Mi propio midrash contemporáneo

Por Lenny Liffschitz

Dibujo por Fernanda Laguna

Lo más justo sería empezar por qué es Midrash, ¿No? Midrash es una palabra que proviene del verbo hebreo darâs, que significa algo así como estudiar o inquirir. Se usa para nombrar el acto de investigación de la Torá, con el fin de acercarse a su comprensión con elementos más actuales.

 La lectura de la Torá es una lectura sinuosa a la que hay que entregarse despojadx de escepticismo. Para abordar su estudio  es imprescindible  saber que es un libro misterioso, lleno de historias borders, mensajes loquitos que aparecen de manera absolutamente natural, y que quizás te acercan a entender algunas cuestiones muy antiguas de la historia del mundo. Al principio de la cuarentena asistí a una charla por zoom sobre “feminismo y judaísmo” a cargo de la rabina Karina Finkelstein. Karina fue la primera rabina en casar a una pareja de lesbianas en Latinoamérica. Hizo el rabinato en Israel, es una mujer muy elegante, atractiva, próspera y heterosexual que acababa de tener unx hijx.

En esa charla nos leyó textos sagrados en hebreo que  traducía  en el momento. Karina hacía hincapié en ciertas ambigüedades interpretativas que aunque podían parecer estructuralmente muy machistas, eran solo eso: ambiguas. Se detenía en imágenes de una gran carga poética para hablar sobre política e identidad. Hablamos de la ocupación de Palestina y de la guerra, de historia,  de género, y también de cosas que pasaron en el medioevo que ahora no me acuerdo. En un momento nos dijo algo que me quedó resonando: ser judío es preguntarse qué es ser judío y hay tantas maneras de serlo como letras de la Torá, donde cada letra es tan importante como la que sigue. Una característica del judaísmo es que no es necesario “creer en dios” para asumirse como tal.

Yo no sabía que se podía ser tan “progre” siendo rabina. Tampoco sabía bien qué significaba ser rabina. Después de esa charla tuve un par de encuentros por zoom con ella y un grupo de artistas judíxs que me ayudaron a encontrar continuidad en este tema que me daba mucha curiosidad pero que no conocía mucho.

Hasta ese momento mi único vínculo con mi herencia judía era la comida, algunos souvenires y palabras en yiddish que mi abuela decía casi sin darse cuenta. Prácticamente toda mi familia había ido a Israel, incluso mi mamá (que es muy trotskista) y que insistió toda mi infancia en dejarme en claro que Israel era lo peor del mundo (aunque también un país hermoso e increíble ¡¡¡el mar muerto!!!, etc) y que la derecha y la guerra… y a mí no me parecía posible oponerme a eso, en parte porque no tenía herramientas, pero  también porque lo poco que sabía concordaba con esa visión. 

A pesar de todo entendí que ser judíx no es comprometerse con un país ni con sus acciones políticas, que un país tampoco es una guerra,  que el judaísmo no es solamente una religión y que ser rabina no es apoyar la guerra. Un día me encontré  con Ramón (a quién apenas conocía) con una Torá en la mano en la muestra  de Mía Superstar en una oficina del Palacio Barolo.  En el momento no lo charlamos tanto pero se hizo evidente que a ambos nos interesaba el tema. Después de eso, cada vez que coincidíamos en algún lugar recordábamos nuestro interés y en algún momento surgió la idea de empezar a estudiar juntxs. Se habló de un chico judío gay que  estaba haciendo el rabinato y que  Ramón había conocido en Puan con el que podríamos estudiar. Parecía que todo iba a quedar en el plano de la fantasía hasta que un día estábamos en la inauguración  de Jaqui Golbert en El Vómito, y vino Ramón a decirme que se había concretado el grupo de estudio.

En el medio pero también antes y en realidad todo el tiempo, yo estaba en una crisis tremenda. Cada una cantidad más o menos larga de tiempo tengo una crisis producto de mi pésima educación sentimental, el mundo en el que vivimos, egoísmo y locura que me cuesta eliminar sumado a una serie de malas decisiones, ¿le pasa a todo el mundo? No lo sé. Es parte de cierta tradición, lindando con el lugar común,  el humor judío que parte de reírse de las desgracias y el autoescarnio. Sobre esto podría escribir mucho más pero me limito a decir que me interpela. 

Cuestión que en ese momento de crisis  leer la Torá no me rescató como entiendo le pasa a algunxs con la fe, como por ejemplo al cantante de Los Ratones Paranoicos que ahora está en Master Chef y es un ferviente católico. No me rescató, pero me pasó algo lindo. Mis reuniones con Ale (el casi rabino), Male y Ramón en casas, algún bar o por zoom son divertidas, interesantes, pegajosas, chismosas, picantes y tiernas. Por ahora van cinco. La última llevé dátiles que me habían regalado y tomamos aperol Spritz. Es como  leer  historia y un cuento y psicoanálisis y siento que además nos hacemos un poco amigxs. 

Ramón no es judío aunque Male dice que su familia es de esas que llegaron a España y tuvieron que cambiar el apellido, marranos creo que se dice. Male es judía pero no “de vientre”, lo que para algunos sectores del judaísmo (un poco filonazis) invalida su judaísmo. Ale creo que es judío “pura sangre”. Yo soy judía porque mi mamá es judía pero mi familia mexicana es prácticamente goy. Creo que goy es un término despectivo que se usa para hablar de la gente que no es judía. Yo no lo digo despectivamente. 

Ahora no soy una experta en judaísmo, tampoco en historia y menos en psicoanálisis, aunque mi abuela era judía y psicoanalista. Me enloquece esta especie de midrash contemporáneo experimental y torpe que hacemos con lxs chicxs. Mágico y humano a la vez. Vamos por el Bereshit, que es el Génesis, o sea el principio. Ya se habló de esclavitud. Male dice que D1os es muy cínico. Es verdad que hace cosas como decir “si me querés hacé esto” y una vez que la persona lo va a hacer le dice algo como “no  era en serio ¿cómo vas a matar a tu hijx?, pero por considerar hacerlo tomá unas tierras o unas cabras”. D1os pone pruebas pero sus intenciones son escurridizas. 

La mayoría de los personajes de la Torá viven una cantidad de años irrisoria que no tiene sentido y habilita a pensar que los años no son años. Mi terapeuta dice que el tiempo de la escritura no es cronológico. El tiempo de la Torá creo que tampoco. Vivimos ahora también como en ese tiempo, como en Israel o en otros países, escenas de opresión permanentes a las que nos acostumbramos. También así nos relacionamos. Es difícil. No conozco a nadie que no esté “en una” por plata, trabajo, amor o dificultades creativas cuando no en todas. Ver militares, ver pobres, perder el asombro. 

Creo que me sirve lo de pensarme judía para ser parte de algo más grande porque me pesa tener una identidad endeble, que muta, todo me parece demasiado relativo. Judía, mexicana, lesbiana, bajita, porteña, ciudad, ciudad, ciudad. Cada forma de identidad se transforma según el contexto. No es todo lo mismo. Quiero ser algo que me ubique  transgeneracionalmente para aplacar el narcisismo. Al mismo tiempo me pasa que pensar el judaísmo como “rescate” de identidad es problemático para mí y desde mí porque también me parece un poco conservador.

También estudio judaísmo porque extraño a mi abuela y de paso aprendo, amplío mi imaginario y conozco gente. La semana que viene vamos a saltarnos unos capítulos para leer las ocho mitzvot de pesaj (pascuas judías) porque se celebra pronto. Las mitzvot son mandamientos que se ramifican en todas las áreas de la vida cotidiana, y forman un sistema de estructuras que abarcan creencia y conducta. Un ejemplo conocido de mitzvot es la circuncisión que se practica incluso en las familias que no se consideran religiosas. En fin, todo esto me entusiasma y me pone bien. Ale dice que no es necesario creer en D1os para que hagamos esta especie de midrash contemporáneo, pero que hay que relajarse un poco “con el temita de encontrar sentido en todo”.

*Texto originalmente publicado en la revista Para vos …Norma mía! editada por Fernanda Laguna y Andrés Politano en marzo del año 2021.