Maresca: una introducción

por Juan Laxagueborde

dibujo por Lucas Di Pascuale

Esta es una historia con finales a medias, con escenas que se van corriendo hacia otras. La vida y la obra de su protagonista me alcanzaron una hipótesis: el arte podría ser el sueño de algunas personas que dibujan una finta en el aire, pero en el camino se encuentran con dificultades y empieza el diálogo con la realidad. Las cosas ya no están apoyadas sólo en el idilio creativo ni en el trámite con la angustia, son más complicadas, más opacas y más agrias. Esa transformación deja a esas personas livianas para pensarlo todo; y para hacerlo, por supuesto. De un conflicto interior, de una desazón inicial, viene el temperamento que las define. Puede que artistas así no sean lxs únicxs que no tienen miedo, pero son lxs únicxs que partiendo del miedo lo retratan, lo pelean o lo acunan para que crezca contenido. Salen en busca de un paredón donde proyectar su carácter conmovido y lo que terminan teniendo son problemas. Sin embargo, enseguida se dan cuenta de que esos problemas son la solución. La convivencia entre la crisis social permanente y la paz, entre la perturbación y el desayuno, entre el tedio y las ganas de salir a caminar por la calle. Tengo la sensación de que Liliana Maresca supo vivir así. 

El título del libro propone cierta equivalencia entre un nombre y una época. Me gusta pensar que se puede pasear por un tiempo anterior, por los vericuetos de lo que pasó en Buenos Aires durante determinados años, partiendo de una persona. Como si no pusiéramos adelante las décadas (los 70, los 80, los 90), sino a Maresca, la presencia en ella de unas y otras. Lo que arrastró un tiempo en el otro y lo que quedó en Maresca de sus propias vivencias personales, que siempre estuvieron cruzadas y hechas de lo que pasaba alrededor. De la vida de la gente, los sucesos universales, lo que salía en el diario y lo que no, las obras de Lygia Clark, Joseph Beuys o Juan del Prete hojeadas en algún fascículo, la familia, las amistades, el color local, el transporte público, las esquinas y las deudas de los vivos con los muertos. 

Así, Maresca no sería tanto la referencia exagerada ni la síntesis de aquella época, sino una época posible. Horacio González decía que toda época era pensar lo que no resolvió la época pasada. Esa es una de las premisas de las que parte el libro. Me propuse buscar qué resolvió y qué se preguntó la época de Maresca, qué podemos preguntarnos hoy sin poder responder del todo, ya sea por falta de información o de pericia. El libro podría haberse llamado Bajo el signo de Maresca. Quiero contar desde la época, no desde la cronología, aunque haya una línea de tiempo que seguir, aunque la historia tenga sentido (porque es necesario que lo tenga). Se puede definir una época no solo por lo que pasó, sino también por lo que no pasó, por lo que dejó de pasar o por lo que logró que pase. 

La otra idea que podría organizar un poco este libro es de María Moreno: “El desenfreno es una negociación”. Me importa dejarla escrita porque es un vértice acerca de lo que significa vivir entre lealtades, entre el ánimo propio y la ciudad atribulada como siempre. Maresca fue esa negociación consigo misma a la vez que con su propia época. Aunque hubo momentos de corte importantes en su vida, transformaciones personales y del contexto, siempre fue la misma porque negociaban en ella sus distintas maneras de ser. Se ponían en juego modelos antagónicos que convivían en conflicto y en orden. Decidía para dónde ir según el momento del calendario, las obras que estuviese proyectando o la situación afectiva con las personas que quería. Cuando había desenfreno estaba empatado con un clima despejado en su corazón y con cierta frialdad que a veces necesitaba para sobrevivir. 

Supe de Maresca en el año 2006, por la nota de tapa que le dedicó el suplemento Radar de Página/12. La foto era de Marcos López, una de las que le sacó entre los paneles de la muestra Altas Esferas. El texto era de María Gainza. Me doy cuenta que desde ese día traté de hacerme una idea de quién era Maresca, cómo serían sus obras, cómo había vivido, quiénes serían sus amigxs, a qué lugares iría, cómo habitaba la ciudad, los departamentos y los lugares de convergencia social. Me acuerdo de una sensación rara, Maresca me daba miedo y alegría. Ahora noto que ese miedo no era amenaza sino un conjunto de variaciones en la curiosidad que me generaban lo poco que sabía de su vida y las pocas obras que había podido ver. Lo mismo con la alegría. Todo esto se ampliaba con el tiempo. Las sensaciones no eran absolutas, se definían y se volvían particulares porque venían de Maresca, de todas las preguntas que salían de ella, pasaban cerca mío y seguían de largo.

 Este libro trata de responder algunas. Lo escribí mientras investigaba. Cada objeto, cada documento, cada entrevista, repercutió en las conjeturas, que se fueron transformando a lo largo de los años. Estas páginas que quedaron en limpio y que ahora pueden leer no son el informe de lo que fui juntando o de lo que terminé sabiendo. Tuve que escribir el libro para ver qué había de Maresca que me parecía invaluable. Qué de lo que hizo y fue se enganchaba a ese cimbronazo inicial. 

Pero mis anécdotas personales no valen mucho. Este libro es una forma de conversar, una propuesta de lectura de una época y la historia de una vida artística que nos refleja un montón de cosas, aunque no termino de darme cuenta del todo cuáles. Solo sé que nos acompañan