Lo que el río se llevó

Por redacción de El Flasherito y Analía Molinari

Dibujo por Ana Vogelfang

El 4 de diciembre las artistas Ana Vogelfang y Julieta Garcia Vazquez construyeron un museo por un día. 

El hecho se dio después de planearlo durante meses y de poder sumar fuerzas junto a una familia, la familia de María Hernández y sus vecinos. El Museo se llamó MOPI, cuya sigla responde a Museo Ocasional de un Paisaje Increíble y ese paisaje donde estuvo emplazado es una isla situada frente a la ciudad de Santa Fe, la Isla Clucellas, incluidos todos sus insectos, sus frondosas plantas y sus pocos habitantes humanos.

El MOPI en Isla Clucellas

Para darle entidad al MOPI las artistas contaron con la colaboración de tres museos provinciales. Los museos y lxs habitantes de la isla prestaron piezas de sus estanterías y acervos para la ocasión y compartieron ese día relatos que funcionaban como una suerte de partitura, guías dispares que daban pistas sobre la colección de la efímera institución.

En la primera pared del recorrido, había una piedra donde se leía la firma de una artista poco conocida, una tal Josefa Diaz y Clucellas. Por supuesto, nos preguntamos ¿quién será esta mujer? ¿Por qué su apellido coincide con el nombre de la isla? Al preguntarle a Ana y Julieta nos cuentan que lo primero que las motivó a investigar fue el deseo de saber más sobre Josefa.

La pesquisa no es fortuita, Josefa es la primera pintora de firma de Latinoamérica, la primera artista mujer que esquivó al poder represivo patriarcal y pintó su propia agenda. Su pintura, en gran parte perdida por impúdicas razones, daba cuenta de un paisaje fluvial. Josefa pintaba el río y su vida hacia finales del siglo XIX, lo pintaba de forma realista y la imagen lograda, dicen testimonios de la época, reflejaba el esplendor agroexportador del río Paraná. La vegetación es una constante así mismo como las embarcaciones, cada vez más grandes, que transitan esas aguas. Como la pintura se perdió, Ana y Julieta se embarcaron para crear un museo que intentó de algún modo recomponerla, con lo que encontraron hoy en ese territorio.

El MOPI por dentro

Llegar hasta el MOPI suponía viajar en lancha, cruzar buena parte de la isla a pie y soportar esos soles incandescentes que se alzan en verano. La aventura implicó un montón de embalajes, mudanzas y diálogos insólitos. En el centro de esta fábula hay dos artistas que entablan diálogo con otras dos mujeres, una que pintó el paisaje en una época distante (¡Josefa querida!) y otra mujer que vive en ese sitio en el presente, María Hernandez, que colaboró junto a sus hijxs al abrir su espacio vital y recibir a este conglomerado sorprendente de personas y objetos.

La última sala de este museo efímero se abre de pronto al paisaje de la Isla; allí, Analía Molinari, aliada apasionada y curadora del Museo Histórico, dedicó unas palabras, casi un acto de psicomagia en el cual una muñeca realizada por la artista Ayelen Coccoz, jugaba a ser una Josefa contemporánea. Otro truco del arte, otro hechizo para traer de nuevo al presente la historia de Josefa, para evitar que las historias de las mujeres se las lleve el río.

Les compartimos las siguientes palabras de Analía Molinari, en ese día tan especial, de apertura e insólita clausura del mítico MOPI.


En esta primera parada, voy a compartir con ustedes cómo llegamos hasta acá, algunos datos, preguntas sobre Josefa y qué la une a María y más preguntas e incertezas sobre los paisajes, la isla y la ciudad. También, algunas pautas o pistas para recorrer el MOPI.

Al hablar de vos, fuimos primero a lo registrado, a lo documentado y sabemos que tu nombre completo es  Josefa Raimunda Hermenegilda Diaz y Clucellas, más conocida como Pepa Diaz. 

Sabemos que naciste en  Santa Fe el 13 de abril de 1852 y “falleciste” en Villa del Rosario (Córdoba). el  24 de septiembre de 1917.  

Sabemos que tu mamá se llamó Mercedes Clucellas y tu papá Diego Dias.

Sabemos también que fuiste (y sos) una reconocida precursora del arte local, que tu maestro fue Hector Facino y que desde muy jovén, participaste de exposiciones nacionales. 

Sabemos que pintaste paisajes, naturalezas, entre tantas personalidades lo pintaste a Urquiza, pero también a la Negra junto al niño, niño del cual sí sabemos el nombre (Antonio Crespo Picazzo) y ella, la negra, totalmente anónima. 

Sabemos que pintaste su expresión, su mirada, su agotamiento y su tristeza, que aun sin poder conceptualizarlo se da cuenta, porque padece una cultura y una sociedad profundamente racista.

Sabemos que ya a tus 17 años eras acreedora de una medalla de oro entregada por el gobernador Simón Iriondo, por tu obra. 

Sabemos que no te casaste, no sabemos si fue por decisión propia, por desobediencia, por temor, o por, literal “amor al arte”.

Sabemos que a tus 42 años “decidiste”  ingresar a la Congregación de las Hermanas Adoratrices junto a tu mamá y a dos criadas mulatas, pero para ese entonces ya hacía tiempo que tenías firma propia y tus obras habían trascendido la ciudad.

A partir de repasar estos datos de tu vida, surgen varias preguntas: ¿Pudiste realmente decidir sobre tus acciones, en una ciudad de roles femeninos y masculinos tan fuertemente asignados? ¿Fue tu elección no casarte, no tener hijes, ingresar al convento? ¿Pintar? Está última, al menos, queremos pensar que si…, que si fue una elección propia y por suerte estuvo acompañada ¿Qué posibilidades para las libres decisiones tenían las mujeres de este período? A pesar de todas las dificultades y mandatos, hubo mujeres, al igual que vos, que comenzaban a cuestionar, a reunirse, a decir, tal vez con poco eco feminismo… Macedonia Amavet, que nació unos pocos años despues que vos en Paraná,  fue la primera presidenta del Primer Congreso Feminista que se celebró aqui en 1906. En el ámbito público, territorio masculino, vos y unas cuantas otras pudieron dejarnos huella, trazarnos caminos, GRACIAS por eso. 

Estas mujeres, tus obras y tus acciones, nos llevan a pensar  en la ciudad, en el paisaje urbano y natural que te rodeaba, que comenzaba fuertemente a transformarse con un telón de fondo que gritaba ¡PROGRESO! ¿progreso? ¿para quienes? ¿Para cuantos? ¿De qué color esos quienes? 

Un progreso que implicaba la diferenciación con la naturaleza, de considerar a la ciudad como un polo de modernidad y a la isla, a lo aborigen y lo afro como subalterno, como atraso, como el pasado. 

Como vemos, en la imagen Josefa, estas calles que habrás transitado cientos de veces, se diferencian del “caos” natural por el ordenamiento de su traza, paseos y construcciones. Espacios perfectamente ordenados regulados bajo los preceptos de las “buenas costumbres y de la urbanidad”. Cuánto tendríamos para problematizar y deconstruir sobre las buenas costumbres ¿No Josefa? ¿Cuándo y por qué naturalizamos que algunas costumbres son las buenas y otras las malas?

Esta ciudad que diferenció claramente los barrios que si… de los barrios que no, esta ciudad que levantó muros y diferencias  visibles/institucionales…. y muros simbólicos… 

…Si… tal vez, algunos de ellos se encuentren en la Constitución…

…La Constitución se sancionó en esta ciudad, cuando tenías poco más de 1 año. Organizó principalmente algunas cuestiones político/institucionales y, también, dejó algunos grises.. Además se centró en el impulso económico, invitando a habitar estas tierras, pero coronando como  única forma posible de tenencia de la tierra a la propiedad privada. ¡Qué tema incómodo Josefa! Claramente en el Artículo 17. dice: “ La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley…”  ¿Qué pensás Josefa? ¿Según vos que tendría que haber dicho? Bueno, ella dijo que la Constitución, debería haber agregado, antes o en la actualidad, un asterisco, una nota al pie que diga: “La tierra, el territorio, son para quienes lo habitan, lo viven, lo cuidan, lo aman y lo trabajan”, ¡Lo dijiste vos, Josefa!  Nos hicieron creer y creímos que TIERRA Y PROPIEDAD eran sinónimos y eso… eso fue una trampa. Sería hermoso recuperar los vínculos con la tierra y su sabiduría y, sobre todo, que diferente hubiera sido la historia de los pueblos originarios, sin reducciones ni colonias, tal vez se hubiesen aminorado los conflictos, sin discursos hegemónicos de saqueos y vandalismos… Que distinto serían también los haceres cotidianos, sus vidas y recursos, de quienes hoy habitan este barrio, este paisaje, este territorio.  

…Y claro… esta ciudad del PROGRESO, de la propiedad, no “pudo” hacer otra cosa que entender al río casi exclusivamente como una ruta comercial y no como recurso natural. Entonces intervino sin reparos en lo natural y en el año 1904 inició la construcción del nuevo puerto de ultramar en el marco de la consolidación del modelo agroexportador, “ganando” terrenos, enviando a hacheros despejaron el monte y a construir un terraplén que protegiera de las crecientes del río. Este terraplén que comenzó a poblarse de familias de trabajadores portuarios alrededor de  1910, pero vos ya estabas en Córdoba para ese entonces.  

Todas estas modificaciones, seguramente fueron vistas y vividas por estas mujeres que no solo se complementaban con el río, con el agua con su color, sino que su labor silenciosa y cotidiana, junto con la de cocinar, cuidar, atender, fueron y siguen siendo la base oculta de esta compleja trama económica… Dicen que iban al río, no sólo a lavar la ropa, sino a lavar los pecados de esas ropas, y que en el río se purificaban… ¿Cuantos secretos entonces habrán fluido en estas aguas? ¿Habrán palpitado en sus vidas el progreso y la modernidad? ¿Qué olores y fragancias habrán llegado a la orilla desde la isla que nosotres ya no registramos más? ¿Qué aves? ¿Qué sonidos? ¿Qué sabor de río? de río dulce… de río limpio…

Esta ciudad, que transitaste, ya no es la misma, fue creciendo y continuó vinculándose de modo dispar, complejo y traumático con toda su geografía. En la actualidad, te cuento Josefa, abarca 268 km², de los cuales el 70% está ocupado por ríos, lagunas y bañados, y con límites mayoritariamente naturales. Estos ríos, esta naturaleza que desde tus tiempos viene gritando que es necesario parar y reformular la idea de progreso. Esta naturaleza, que en otros tiempos nos desbordó y hoy, en día nos grita con la garganta seca que el agua no es un recurso inagotable. Hasta en esta bajante no registramos el privilegio de vivir en este lugar del mundo ¿Vos si? Si, vos lo documentaste en tus paisajes. 

Así que bueno Josefa, un poco de todo esto se trata esta muestra, de descifrarte a partir de este paisaje, ya que tu obra y tu vida nos trajo hasta acá, a encontrarnos con Ana y con Julieta, con María su familia quienes habitan y conocen la isla, con Ayelen, Juliana, Florentino, Tusi, Liro, Cora, Chili, Celeste, Antonella, Natalí, Ivan Rosado, Ratona Colectivo, con profesores y alumnes de la Mantovani y muchas otras personas más…. Les invitamos a nadar en este recorrido, a que se dejen llevar, a que nos dejemos ir. Ir y nadar, como nos invita Alicia Genovese cuando nos dice que:  

Nadar es encontrar 

un desierto. 

Bajo el agua los sonidos 

pierden estridencia, 

la cabeza se sumerge 

en su silencio de lejanía 

y el lecho del río 

es una gran oreja, 

donde resuena tenue 

lo viviente. 

Nadar 

como quien necesita 

el movimiento, la flotación, 

deslizarse a ese otro sitio 

que amortigua golpes y, 

los estruendos callados 

de la pena. 

Un desierto de agua 

para ir, 

nada más ir. 

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