La leche de los sueños
Por Martín Legón
Dibujo por Leopoldo Estol
La inversión pública que significó Art Basel Cities finalmente dio sus frutos; Cecilia Alemani vino, vio y veneció. Gabriel Chaile se merece todo lo que le pase, pero no por su origen humilde, insistentemente recordado, sino porque es buena persona y buen artista. Las personas buenas merecen siempre algo mejor. Aunque seamos ateos ese es nuestro pacto cristiano con la trascendencia en vida.
Se habló bastante de como un discurso organizado alrededor de las carencias materiales en la infancia del artista tienden hacia lo pornográfico, pero se deja de lado ciegamente que sus esculturas son superlativas. La pieza que expuso en el New Museum es soberbia, obra de un gran artista maduro.
Desde el punto de vista del diario La Nación, las puntas de un mismo lazo se deben estar uniendo si uno piensa en la pobreza del Juanito Laguna de Berni triunfando en Venecia sesenta años atrás. En los arquetipos, un paso del papel a la carne pone en sintonía eso que Rodolfo Walsh señaló en su Carta a la Junta Militar como “miseria planificada”. La idea era que este país se llenara de pobres, y ese fue el triunfo de la pata empresarial de la Dictadura.
Al principio tuve la impresión de cierto sensacionalismo en tomar a la propia familia como tema. Después me pareció hermoso poder permitirse hablar así, con amor y agradecimiento de la familia deuno, y que estuvieran ahí acompañando en un momento tan especial. La Familia de Chaile en Venecia es la consagración del mito propio; literatura del yo enmarcada de fondo con la jaula de los Onas en París (o a La familia obrera de Bony atravesada por Fernanda Laguna diciendo que ama a Xuxa en uno de sus poemas). A su modo remarca que los asuntos del arte hoy son otros, siempre que lo señale y exponga alguien del centro, o consagrado en el centro, comentario aplicable a su vez a la Ciudad de Buenos Aires.
Por la exploración y explotación del tema pueblos originarios, por un momento me pregunté que onda esos Casinos que tienen los Navajos y Cherokees en EEUU. Google un poco porque no sabía cómo era la cuestión; parece que en la década de 1980 el Gobierno de Reagan decidió resarcir a las tribus nativas por la expropiación de sus mejores territorios en el siglo XIX: “Impulsó una política que favoreció la puesta en marcha del gran negocio de los juegos de azar en las reservas indias, que apenas tenían recursos para la supervivencia. Gracias a la Ley para la Reglamentación del Juego en las Tierras Indígenas de 1988, las tribus nativas pudieron poner en marcha todo tipo de establecimientos dedicados a los juegos de azar, un negocio redondo ya que, además, las tribus no pagan impuestos por esta actividad. De las 560 tribus indias de Estados Unidos, 224 han puesto en marcha establecimientos que se dedican al juego y las apuestas”.
Leo que los indios Onondags rechazaron los Casinos porque sus leyes prohíben el juego y la prostitución, pero reclaman todavía al Estado de Nueva York su derecho a proteger y visitar sus lugares sagrados. También leí un textito que decía: “La cultura sólo puede existir en plural, es decir, como diálogo entre culturas que se reconocen en su diferencia. La idea de una cultura única -querida por el cosmopolitismo capitalista- es íntimamente contradictoria: coincide con la aniquilación de la cultura como tal”. No estoy seguro de que el capitalismo tardío no adore la diversidad cultural, pero entiendo el punto.
Por los 40 años de la Guerra de Malvinas me cruce en canal Encuentro con una serie de entrevistas puntuales. La primera al único integrante de los pueblos originarios que había combatido en las islas. Después a las pocas mujeres que fueron a la guerra como enfermeras. Y por último a un excombatiente que hoy es trans. La especificidad duplicada, como si no alcanzara con haber participado de una experiencia colectiva intensa, había que buscarle otra, un colectivo anexo para referenciar el sentido contemporáneo. Y aunque la necesidad provenía más de los productores del programa, entendí que para generar un nuevo relato sobre lo ya escrito hay que forzarlo, en muchos casos hasta lo exagerado. Al margen, la reivindicación sobre la que se alza la obra de Gabriel es valiosa, y calculo debe ser difícil manejar que no se vuelva un espectáculo for export.
Fue llamativo ver que Simone Leigh, León de Oro en esta Bienal, también trabajaba con vasijas.