La espiral de esporas
Por Gala Berger
Dibujo por Matías Romano Alemán
La pulsación de los gérmenes del mundo que golpean a la puerta de las formas cristalizadas, son potencialmente portadores de efectos de polinización.¹
Suely Rolnik
Lxs editores de esta publicación me encomendaron que escriba un texto con el título El Malba: el Museo que fracasó. Voy a decepcionarlos una vez más, no soy inocente, sé que hay grandes colecciones en el país que no son públicas. Lo público en el sentido de lo que está abierto, de lo que se puede observar por lo menos a través de una entrada y no de una invitación especial. Y la colección del Malba, la forma en la que existe en una fundación que la preserva y demás es algo notable para nuestro contexto.
Aún así, como todas las instituciones, el Malba ha muerto varias veces. La primera vez que murió fue cuando eligió el barrio donde se emplaza en Buenos Aires para existir (al igual por ejemplo que el museo Jumex en CDMX). La segunda cuando cerró su biblioteca pública para abrir una tienda. La tercera cuando importó exhibiciones como la de la generación de los 90’s en Inglaterra. Renació cuando hizo una exhibición sobre crítica institucional en su sala del subsuelo, cuando cambió el foco de su colección a otrxs prácticas y epistemologías (sobre todo cubriendo la ausencia de feminismxs, queers, y demás en ella); cuando le cerró la puerta a Beatriz Sarlo por su insensibilidad social y sobre todo cuando se mantuvo abierto por 20 años.
También un museo de arte Latinoamericano en una sociedad que se siente fantasmalmente europea, es un acierto. Sobre todo siendo el único museo de América Latina con tal ambición representativa. Cuando surgió en el 2001, entre las cenizas de las crisis económica, ni siquiera había en Buenos Aires un museo de arte contemporáneo y sin embargo se decidió por situar al museo dentro de una región en una ciudad. Pero, ¿cómo se representa ahora mismo lo Latinoamericanx? Y he aquí -aunque un aniversario es el festejo del pasado- que creo que hay que ver hacia el futuro. Repitiendo el mantra de que ningún museo es neutral, hay que aventurarse a reimaginar otros museos. Si como menciona Anselm Franke en Self Expropriated Museums: – «La institución del museo moderno hereda y encarna los privilegios del capitalismo burgués»², pues la hora para transformarse ya llegó. Los museos tienen que desarmar sus propias lógicas de poder y de acumulación de objetos. Los monumentos están cayendo, los ojos están abiertos y la chispa ya se encendió.
Los gérmenes
En Derivas críticas del museo en América Latina, Carla Pinochet Cobos dice que se vienen dando una serie de cambios en las instituciones «reconfigurando sus perfiles, competencias y estrategias para desenvolverse ya no sólo como dispositivos pedagógicos, sino también como territorios de reivindicaciones ciudadanas y como ofertas para el consumo cultural. Así, el panorama museal latinoamericano no sólo se ha expandido, sino que también ha ganado en complejidad. El museo contemporáneo responde hoy en día a lógicas y tiempos diversos que no siempre se muestran compatibles: el engranaje institucional del Estado; el poder empresarial de los patrocinadores; la voz de los artistas, curadores y académicos; las demandas de la sociedad civil y las comunidades locales; la múltiple combinación de públicos que los visitan, etc. Lejos de consolidar las fronteras que heredó de su constitución moderna, la diversidad de actores que se sienten interpelados por el museo contemporáneo convierte a esta entidad en permanente metamorfosis»³. Durante la pandemia todxs fuimos testigos de cómo la conversación entorno al flujo, al ritmo y su subsecuente velocidad giraba sobre las modificaciones que los museos debían abrazar. Pesimistas y optimistas por igual, la sensación de que las cosas podían ser diferentes atravesaba las geografías. Ahora podemos entrecerrar los ojos con el escepticismo que es marca registrada de nuestro continente y ver en qué medida aún estos cambios no son observables. Pero como un tiempo que tomamos prestado, bien podría ser una excusa, ¿No serían acaso los próximos años una buena oportunidad para sacudirnos al museo occidental y todo aquello que esperan de nosotros como latinxs?
La polinización
Mi experiencia personal también se entrecruza con este aniversario, a lo largo de los años me involucré en varios procesos en torno al museo. Hay dos no obstante, que me parecen dos esporas pertinentes para mencionar: en el 2016 dirigí la feria de publicaciones de la quinceañera del museo en el parque contiguo y en el 2013 alguien externo me encargó -sin presupuesto- hacer un video sobre la institución. Sin permisos y sin equipo, ni técnico ni humano, me senté en la puerta del museo por un par de horas. Era la época de la exhibición de Yayoi Kusama, y había largas colas de personas queriendo visitarla. No sabía qué hacer, solo estaba ahí mirando, cuando empezó a atardecer se levantó un viento helado y me dieron ganas de irme. Pero no quería volverme con las manos vacías, quería terminar mi comisión, así que le dí una vuelta al edificio y en la parte de atrás al lado del garaje encontré una pequeña marca en la pared en forma de espiral. Tal vez la había dibujado alguien o era una hendidura en la pared, pero con una cámara de fotos digital de esas caseras -que se usaban para las vacaciones (antes de que se perfeccionaran las cámaras de los teléfonos)- grabe un plano fijo de la espiral con el sonido del viento de fondo. Son once minutos, los mandé luego por mail y nunca supe siquiera si alguien alguna vez lo había visto.
A veces creo que en América Latina las respuestas a nuestras preguntas están inscriptas en su propia historia. En las genealogías de los museos de la región, se puede observar como en contra de una posición unicelular, nuestras instituciones son organismos vivos que han sido polinizados por muchos vectores. Un ejemplo de tantos, para retomar el sentido latinoamericanista son las ideas vigentes en la década del 70 en Brasil donde convivieron ideas tanto experimentales, de laboratorio y museo vivo con la profesionalización de sus trabajadores y el hincapié en las funciones de investigación y de programas públicos⁴. Este deseo de transformación es un motor rastreable en el adn, de la misma manera en la que existimos, sobrevivimos y escuchamos al viento.
*Editora invitada, Marcela Sinclair
[1] Rolnik, Suely, «Esferas de la insurrección Apuntes para descolonizar el inconsciente», Tinta Limón, Argentina, 2019, 85 p.
[2] Franke, Anselm, «Self Expropriated Museums» en Utopian Display Geopolitical Curating, ed. Marco Scotini, NABA, Italia, noviembre 2019, 21-29 p.
[3] Pinochet Cobos, Carla, «Derivas críticas del museo en América Latina», Siglo XXI Editores, México 2016, 19 p.
[4] Tejo, Cristiana Santiago, «A gênese do campo da curadoria de arte no Brasil: Aracy Amaral, Frederico Morais, Walter Zanini», Tese (doutorado) – Universidade Federal de Pernambuco, CFCH. Programa de Pós-graduação em Sociologia, Recife 2017, 132 p.