Imágenes en tres dimensiones
por Fran Stella
dibujo por Marcelo Pombo
Vuelvo sobre la misma idea una y otra vez y en esta ocasión la describo de manera diferente ¿Y si las muestras son hilos que se tejen con otros y forman un tapiz? ¿Cuánto puedo tirar de uno de ellos antes de que me lleve a otros hilos, de los que tirar también? ¿Cómo es ese tapiz?
Empiezo a pensar que sobre esta imagen de las muestras como estrellas de una constelación -o como hilos de un tapiz- se dibuja la posibilidad de que el arte contemporáneo sea una matriz. Un sistema invisible capaz de recibir, contener, ubicar y vincular todo lo que producimos. En esta nota desarrollé un poco más la idea de la constelación, en esta la problematicé un poco. Me parecía que esa imagen coqueteaba mucho con el binomio misticismo-escepticismo.
Pero nombrarlo como matriz, en cambio, me permite pensar la práctica artística como un molde y como un sistema que pone en relación muchas expresiones individuales y colectivas. Un molde puede ser rellenado con la sustancia que queramos, puede moldear magia, materialismo, política, lo que sea.
En tanto sistema, una matriz define dos ejes pero habilita infinitas relaciones entre ellos, no necesariamente lineales y de correspondencia u oposición. Como en matemática, los dibujos que forman las funciones pueden ser de muchas maneras. Los hay rectilíneos, pero también hiperbólicos, no dibujables, discontinuos y más.
Imaginar que el arte es una matriz implica abrirse a la posibilidad de que las obras o las muestras ya existan en algún lugar aunque aún no hayan sido realizadas. Para ilustrar esto me parece práctico pensar en la tabla periódica de los elementos. Si defino una ubicación para el elemento que tiene un electrón, en algún lugar queda definido el que tiene 2 y así, hasta el infinito. No importa que algunos elementos se descubran después al ser sintetizados en un laboratorio: en otro orden de realidad ya existía ese casillero vacío.
Esto abre nuevas preguntas a su vez. ¿Acaso la matriz se vale de nosotrxs para producir las piezas del sistema? ¿Cómo sería ponernos al servicio de esa matriz? ¿Cómo se ve afectada nuestra sensación de autonomía e independencia creativa si además somos parte de un código?
Esa es mi nueva hipótesis. Hay un esqueleto invisible hecho de información, del que las muestras son expresiones concretas y específicas. Es un hecho misterioso que podríamos investigar entre todxs a ver de qué se trata.
Vengo pensando en esto hace algún tiempo a partir de vivencias muy personales en relación a mi proceso creativo. Hay momentos en que puedo tener un vistazo, como un flash, de eso-más-grande-que-cada-obra que a su vez las contiene a todas, las que me gustan, las que no, las que funcionan, las innovadoras. En mi caso suele tomar forma de pregunta.
Cuando fui a visitar la muestra “Nadie nace de un repollo” de Feli Álvarez Parisi en Mite, me quedé muy tomadx por la obra que se exhibía en la vidriera. Era una repisa con caños verticales y estantes horizontales, con forma de cuadrilla. Sobre ella estaban dispuestos muchísimos objetos muy diferentes entre sí, algunos hechos por Feli y otros no. Le pregunté mucho a Feli por ella y me contó la historia detrás de varias de las piezas, todas cosas que estaban en su taller. Una especie de expolio y reconstrucción de una parte de su estudio.
No me resultaba posible aislar las partes unas de otras. Feli decía “escultura que hizo mi abuelo”, “pigmento que heredé en la facultad”, “pintura que hice hace unos años”, “pulsera que alguien dejó en mi taller” y para mi eran cosas diferentes entre sí, que se desprendían de otra cosa más grande: un sistema de relaciones.
Formas específicas que brotan de un proceso que podemos sentir al ver la estantería en su totalidad. Solo las variables del espacio y el tiempo, en sus infinitas combinaciones que generan contingencia, son lo que hacen que en definitiva sea una copa de hierro o una telaraña en papel maché.
Además de que la obra / estantería / vidriera sintetiza investigaciones e intereses de Feli en relación al cruce entre arte / economía / calle, me pareció que era el sustrato que alimentaba las obras exhibidas dentro. Como un gran objeto que da cuenta de los procedimientos, las relaciones, los vínculos, las lecturas, los descartes, los puchos, los porros, los vinos, las herencias, los olvidos, las experiencias, los recuerdos, todo lo que rodea la producción y que borronea los límites de la individualidad. Feli podría ser una pieza clave dentro de una máquina misteriosa que produce pinturas. Como los pistones sagrados del motor de un auto ceremonial.
Unos meses después de haber estado pensando en las matrices, empecé a leer “A la salud de los muertos” de Vinciane Desprets. Ella describe su forma de trabajar y escribir como “una máquina de hacer historias de una en una, una matriz de historias que se elabora a partir de las precedentes y que, por este hecho, se conectan unas con otras no sobre un hilo sino de manera tal que forman un tejido. Lo que podríamos llamar escribir en tres dimensiones” (la itálica es mía).
Ya sea que usemos el lenguaje escrito, el pictórico, el cuerpo o lo que sea, me emociona pensarnos como co-escritorxs de un flujo de información que se pone en relación con la información ya existente y la información por venir.
Especialmente importante me parecen las tres dimensiones: la posibilidad de las obras y del arte de abrir caminos en el mundo no lineales que desafíen las leyes de la gravedad y de la física en general. La capacidad de sostener en simultáneo múltiples informaciones aunque sean contradictorias entre sí.
Más adelante en el mismo libro, la autora relaciona esa capacidad con “el umbral”, un término que proviene de la cultura de los funerales en casa en Estados Unidos: “El umbral es el espacio en el seno del cual la sonrisa de un hombre muerto es a la vez un movimiento de músculos y una comunicación sobrenatural, un espacio en el seno del cual el cuerpo es a la vez biológico y sagrado, objeto y sujeto, está desencantado y encantado…”.
Pienso que dar por ciertas las hipótesis que formulo no invalida cualquier otra hipótesis. La obra de la vidriera de Feli puede ser la matriz de la que se desprenden sus obras y una obra como cualquier otra y un rejunte de objetos azaroso y un trabajo cuidadoso y premeditado y un rito de despedida y un gesto irónico hacia la publicidad y el mundo de las vidrieras, etc.
A raíz de su muestra “Ilusión y bochorno” en Nora Fisch, crucé algunos audios con Sofi Bothlingk. Me había llevado una impresión muy agresiva y certera y blanda y calma del gesto de Sofi y me dieron ganas de preguntarle muchas cosas. Para mi cerebro programado que constantemente decodifica el mundo en términos binarios, la ambivalencia de la atmósfera de las obras de Sofi me produjo mucha curiosidad.
Una imagen flotaba en mi cabeza: una bala que justo antes de dar en el blanco se detiene para a) disfrutar del recorrido hecho a toda velocidad b) desviar el balazo para cuidar lo que está en frente c) sentir en simultáneo la eternidad y la fugacidad de la respiración marcando un ritmo.
De todo lo que hablamos con Sofi, me quedaron resonando dos cosas sobre todo. La primera fue la frase “pinto según mi deseo momentáneo”. Accionar en función del deseo momentáneo, me parece, es una manera de ponerse en movimiento de manera certera e ir tejiendo, con la estela que deja ese impulso, un tapiz hecho de sustancia deseante. De lo que queda moviéndose después del movimiento, de lo que reverbera entre los cuerpos. Pero si suelto el deseo cuando cambió, probablemente la dirección resultante no sea lineal sino que sea multidireccional, en tres dimensiones.
Una manera salvaje de ir construyendo ideas a posteriori y con todo el cuerpo a partir del sedimento deseante.Una manera de salirse de la dicotomía mente / cuerpo confiando en que un brazo que decide determinado color y una mano que quiere moverse de una manera en específico, una panza que frena a llenarse de aire, pueden habilitar nuevos sentidos en el mundo.
Lo otro que me quedó dando vueltas en la cabeza fue la observación sobre una de las pinturas de la muestra que le producía dudas sobre su relación con el resto. Pero, me dijo Sofi, había sido parte fundamental del proceso. Me conectó directamente con esta idea de la “matriz-obra”, como si la Obra fuese también eso que produce las obras. Como si su relación con el resto fuese la de haber cumplido una función crucial en el proceso que hizo posible que aparezcan las otras, las que sí son coherentes entre sí.
Doy un paso más y desvarío: la posibilidad de enunciar la ecuación deseo=matriz a priori me resulta contraintuitiva. Sin embargo podríamos traducirlo al lenguaje astrológico como aries=virgo. Lo único que hace falta para que la energía deseante de arranque se transforme en energía de orden es tiempo para enfriarse, proceso para enrollarse.
De manera brutal la energía que se manifiesta a alta velocidad y temperatura, se aquieta y se enfría empieza a volverse más densa. Luego, se divide en partes pequeñas que interaccionan entre sí, se atraen, se repelen, juegan y bailan probando todas las combinaciones posibles. Luego, algunas deciden repetir la misma combinación durante un tiempo, amasar algo entre ellas, volverse hacia adentro y dejar que algo empiece a crecer. Después, esa forma se vuelve autoconsciente y decide diferenciarse de las que hicieron posible que aparezca. Para eso, se muestra como es, expresa su particularidad. Y acá, es el salto misterioso más difícil de hacer, se inserta en un sistema que la trasciende y que le asigna un lugar. Pero ¿Cómo recorrer la distancia que separa lo que deseo de la función que el sistema guarda para mí? ¿Y si no me gusta la función?
En “A la salud de los muertos”, Vinciane Desprets también nos cuenta que la aparición de la electricidad fue clave para moldear nuestra relación con el mundo de las sombras y la oscuridad. El teléfono y el telégrafo, por su parte, la capacidad para conectar mundos distantes. Así, por ejemplo, el boom de médiums del siglo XIX coincide con la posibilidad que estos artefactos ofrecían de disociar el sonido de quien lo produce. Si como dice la autora es posible “aprender a reconocerle a los objetos su potencial para orquestar nuevas maneras de pensar y aprehender” y “lo que está en juego son modificaciones de los sentires” ¿Cómo afectan las obras de arte nuestras ideas sobre la identidad, el deseo, la autonomía, la individualidad, el mundo en general? ¿Acaso las tres dimensiones que se ponen en juego son la obra, quien se acopla con ella al contemplarla y el mundo?