Flor mutua

por Gaspar Núñez

dibujo por Marcelo Pombo

Sobre Renacimiento, muestra individual de Federico Roldan Vukonich en Casa Proyecto. Del 5 de abril al 27 de mayo de 2023.

Hoja. Cuando entré a Renacimiento, muestra de Federico Roldan Vukonich en Casa Proyecto, vi que donde usualmente está el texto de sala sólo había una frase escrita en la pared: A tu recuerdo. El texto de la muestra no está impreso o no está en ningún lado. Pero Federico convierte las hojas que normalmente se dan al público en materia para su obra. Hace que una masa de papel tome forma de flor, de prisma u otro poliedro. Girasoles como uróboros, tallos de papel y palabras que se muerden la cola y se hacen capullo para renacer.

Sus obras no sólo reaniman las hojas de sala guardadas en el fondo del cajón, sino también los diarios con noticias de ayer, los apuntes y anillados de estudiante, entre otras cosas.

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Antes. ¿Puede alguien o algo renacer sin morir? O necesita la energía de la pérdida y el duelo. Renacer es como ganar un excedente de vida después de la vida, que hace de lo anterior un recuerdo. Su recuerdo.

En las obras anteriores de Federico, la muerte se asoma en sus geometrías con rastros de óxidos de los que crecen hongos. Geometrías intranquilas, de superficies que perdieron la piel tersa de su juventud. 

En estas últimas obras, enormes girasoles emergen de ladrillos o son divididos como por baldosas; flores y volúmenes se enfrentan, alejan o recombinan. Formas grises aunque nacaradas y tornasoladas. Una hoja que se hace cuenco y sostiene en su mano un poco de agua mineral. Un shot de gin al entrar.

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Sol. Las flores, las plantas y algunos animales no dejan de crecer mientras reciben alimento del sol. Por eso, la noche es a las plantas lo que el invierno para nosotrxs. 

En Casa Proyecto las salas se diferencian por su luz: una es blanca y otra es amarilla. Un sol maquínico que bajo techo instaura un día eterno, echa sus nutrientes a flores de papel impermeabilizadas con pintura para auto. Muestra una fotosíntesis en formol. Un falso tornasol como oropel.

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Armonía. En aquel Renacimiento Italiano, las imágenes son tomadas por un envolvente tono amarillo que tiñe los demás colores. Este principio de unidad daba armonía a la composición, junto a otras leyes que equilibraban las imágenes renacentistas, como ser la proporción áurea. Marcaban la omnipresencia del oro y del sol y, por lo tanto, de dios en cada tono, cada objeto y persona pintada.

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Flor. A la vuelta de Casa Proyecto, en Calvaresi Contemporáneo, las pinturas de Ouvrard elevan la línea del horizonte y rebaten el suelo. Devolviendo la mirada a lo más próximo y terrenal que se pone en primer plano. En algunas pinturas, el sol está oculto tras una enorme margarita que ocupa su lugar en el cielo. Pero esas flores que Ouvrard pinta a espaldas del sol, de pétalos blancos y centro amarillo, se parecen más a girasoles por su tallo grueso, altura y diámetro.

Federico enfrenta dos girasoles como si fueran soles y uno echara su luz sobre el otro y viceversa. O los desdobla partiéndolos a la mitad. Estas flores normalmente se guían por el recorrido del sol en su paso por el día. Pero, en Renacimiento, las brújulas pierden su fuerza, se desmagnetizan y el sol de afuera queda sin efecto.

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Desastre. En las paredes de la muestra, Federico marca su pulgar con ritmo irregular pero sostenido. Varios cientos o algunos miles de pequeñas marcas con arcilla invaden el espacio, unificando la composición. Aquella métrica no es rigurosa ni matemática, sino que imprime en las paredes el calor de un gesto mínimo y el rastro del cuerpo del propio artista que se vuelve omnipresente en la sala. Arma una constelación que deja una parte de sí mismo en cada punto, como en una estrella. 

Desastre significa, literalmente, no astro. Prescindir de la voluntad y guía de los astros para ubicar el propio deseo en su lugar en el cielo. Desear significa dejar de contemplar, echar de menos.

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Eclipse. Sus girasoles enamorados no se sacan los ojos de encima, se apuntan mutuamente sosteniendo sus miradas. Esas flores deseantes prescinden del sol y de los astros. Son, respectivamente, sus soles.

Pero los girasoles se diferencian de las luminosas margaritas no sólo por su gran tamaño, también por su color. Éstos tienen un centro negro porque en su corola cargan sus semillas, y por los costados surgen los pétalos como haces de luz. Los girasoles se guían por el sol y a la vez lo eclipsan, lo tapan para sí, como ellas mismas se eclipsan ante su luz.

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Renace. Entonces, los girasoles persiguen al sol con su mirada, pero más que absorber su luz, parecieran recibir un haz de oscuridad que les da de lleno en la cara hasta formar una hendidura en su centro. Es de ese eclipse que signa la flor del que surgen sus semillas. Venidas como de un más allá, del interior de un agujero negro. Se eclipsa a sí mismo y a sí mismo se renace, como a la oscuridad de la noche le sigue el día y de éste luego queda un recuerdo.