El viento nos llevó para otro lado
por Juan Reos
Fui a ver la muestra de Elisa O’Farrell hace unas semanas atrás.
Sabía más o menos lo que iba a ver: estampas, grabados en aguatinta exquisitamente realizados por una colega que trabaja con gran minuciosidad y precisión. «Conozco su trabajo», pensaba mientras iba camino a la sala. Y a mí, que me interesan los problemas técnicos ligados a la representación, iba dispuesto a ver la muestra con esa lupa, con esa expectativa previa.
Subí las escaleras a la sala, no había nadie, situación ideal.
Si no fueron a la muestra vean las fotos de lo que fue el montaje; una estructura de madera flotaba en el medio de la sala, como un techo a dos aguas empequeñecido, doblado o fragmentado sobre el cual estaban exhibidos los grabados. Las paredes vacías, salvo por una proyección con frases que aparecían una detrás de otra, como los textos en el cine mudo. A qué se referían esas frases, quiénes las escribieron o dijeron no se sabía, no había fuentes. Sólo se entendía que fueron posiblemente tomadas de algún contexto catastrófico, real o metafórico.
“¿Cómo hacés para no entrar en pánico?”
“Habían dicho que podíamos dormir tranquilos.”
“No es lo mismo llegar a las llamas que llegar a las cenizas.”
Y así muchísimas, divertidas, absurdas, o por lo menos a mi me hicieron reir. ¿Cual es la tragedia de la que hablan? Al sacarlas de su contexto cobraban un valor poético indefinido.
Los grabados sobre la estructura flotante eran muchísimos, no voy a detenerme a describirlos, pero puedo decir que todos tenían como tema accidentes y catástrofes urbanas: inundaciones, incendios, choques, explosiones, derrumbes, y así. La figura humana ausente en todas las estampas. No hace falta volver a insistir en el gran despliegue técnico de las imágenes, eso ya de por sí era algo potente.
Es difícil hablar de un contexto actual, de una coyuntura social y política con el arte. Arte y política no es un debate nuevo, aunque siempre es actual. Se puede hacer arte político, de eso no hay dudas, pero al hacerlo se corre el riesgo de que la obra pierda su carácter ambiguo, su fuerza evocadora y quede anclada a un contexto específico. Eso a veces es necesario.
Las obras tienen, en el mejor de los casos y tomando prestadas un poco las ideas de Carlos Baudelaire, un pie puesto en el presente y otro en lo atemporal, hacen equilibro y se pasean por la frontera de esos dos territorios. Son criaturas de dos caras. Y a veces no es fácil distinguir qué rostro uno está mirando.
Demasiado de un lado y la obra solo exhibe el velo de la moda, los temas de agenda, los gustos complacientes. Muy del otro y puede ser absurdamente solemne, hermética y narcisista.
Aunque no me gusta afirmar tan taxativamente algo, esto es así o es asá, pero creo que son ideas útiles para pensar en lo que se ve y en estos temas, que son áridos.
Viendo la muestra me surgió una opinión: Si hay un tema en “Un desastre manifiesto” es ser crónica de estos años en que Cambiemos estuvo al poder. Lo catastrófico de su gestión, lo mucho que impactó e impacta en las vidas de lxs argentinxs. Es una obra sobre el aquí y ahora, de lo social y político.
Pero como nunca se mencionan a lxs argentinxs, ni a Macri, ni a la política, cualquiera podría contradecir mi interpretación. Porque solo hay fechas, las fechas de los desastres que las estampas ilustran, recuerdan, registran. Aunque puedo argumentar que las fechas coinciden con los años de gestión de Cambiemos.
Viendo la muestra pensé: ¡Chapeau! Logró hacer metáfora con el presente, hacer arte político y estar al mismo tiempo por fuera de lo político, y pasearse por lo puramente visual y simbólico. Las estampas son crónicas en forma de metáfora, y símbolos cargados de actualidad.
Y la materialidad del grabado sigue estando, también la destreza técnica y la impronta sensible de la artista. Quien quiere puede quedar atrapado en ese momento de la obra, pero mejor es despabilarse de la hipnosis de esas imágenes y pasearse un poco por ese territorio ambiguo e indefinido al que nos invita Elisa, tanto en el presente como en lo atemporal.
Ver al mismo tiempo los desastres de hoy, los que podrían ser, los que fueron, los que vendrán y los que quizás nunca sucedan.