El Hyperpop es un espíritu

Por Lucas Toro

Es 2010, la cultura “soundcloud” “bandcamp” destronan a Myspace como comunidad y espacio donde compartir música “hecha en casa”. Tumblr, Facebook, Twitter, Reddit  y demás llevan el concepto de la “digital persona” a lugares insospechados y delirantes. La actitud punk del indie y electro desaparece y se convierte en un imperio conservador dirigido por catedrales impenetrables a menudo esponsoreadas e institucionalizadas por chabones. Ya no muchos exponentes llevan en ese momento una actitud transgresora o experimental, excepto tal vez algunos movimientos más geeks y menos populares como el chiptune, el seapunk, el vaporwave, el noise, retro synth,el witchouse, el glitchcore, el nightcore, speedcore, el breakore, el trap, juke/footwork, etc. Cosas que si no fuera por la revolución tecnológica de las redes sociales y plataformas como soundcloud o soulseek no hubiesen visto la luz o llegado tan lejos… Y bueno, acá entra el Hyperpop.

Este género fue una de esas explosiones que llegó acá a cuentagotas y en los medios apenas tuvo lugar. Hay, de vez en cuando, varios planetoides dentro del universo de la cultura pop contemporánea (vinculada a las grandes industrias de entretenimiento, la moda, la inserción deliberada de productos en círculos generacionales), que llevaron de alguna manera a inocular con cariño cierta magia – misterio y fantasía a la música del momento. 

El hyperpop es justamente  uno de esos casos que dotan al pop mainstream de un contenido más sensible y más interesante. Es algo así como un planeta etéreo con emanaciones caricaturescas, con exageraciones “2yk – mtv celebrity”. Una corteza de excelente y único diseño sonoro maximalista con texturas inorgánicas, sintéticas y metálicas con claras reminiscencias de la primera ola de nightcore bañada en bubblegum pop de finales de los ‘90, el diseño y modelado sonoro avant garde del future bass energizado de una pasión rave acelerada con esteroides J pop. El género tiene una atmósfera de post-ironía y sentido del humor autoconsciente y, aún así, un núcleo sincero con foco en problemas mentales, depresión, relaciones interpersonales y cuestiones de género. Un espíritu que vuelve siempre encarnando distintos cuerpos.

Ya por el año 2013 y luego de variantes sin mucha forma definida o experimentos en la vena rave, sellos digitales como Manicure Records con sus bombas Nightcore (USA), Zoom Lens (más tirando el digital punk), Trekkie Trax y Maltine Records (desde Japón y experimentando con el Jersey club) ,Deskpop ,PC Music,  Palettes , Sidechains (AU), RORA Team e infinidad de Sellos chiquitos pero frescos empezaron a pavimentar una primer camada.

Por estos lados la llegada más intensa vino con los “future bassistas” Rustie, Murlo, Flume o Hudson Mowhawk, la netlabel PC Music liderada por A.G. Cook expone artistas entrañables como GFOTY, Hannah Diamond, Danny L Harle, That Kid, Easyfun, Sophie, etc. 

Una obsesión por este sonido y actitud empezó de a poco, pero no fue hasta 2016 cuando la ya bastante (ponele) mainstream Charli XCX recluta a A.G. Cook & compañía para su VROOM VROOM EP.  Charli XCX ya había lanzado algunos hits y soundtracks, pero no fue hasta ese EP que el público y la crítica empezaron a darle otro lugar. La crítica musical del momento se enamoró del Hyperpop, porque tan pronto empezaron a sonar esos sintes FM/modelado físico maximalistas metálicos distorsionados con la actitud plastic queer 2YK bañado en látex y modelado 3D.  Se avistó que algo interesante estaba pasando. 

Todo, como diría yo, se fue a la mierda. Al igual que Charli XCX, muchos de los referentes del género se convirtieron en pesos pesados no sólo como performers sino como iconografías LGBTQ+ y señaladores de lo que estaba pasando en la cabeza de la gente sub 30. Lo queer trascendió el género musical y la estética. La segunda ola  ya para 2018/19 fue más por el lado Tik tok con exponentes un poco más eclécticos,  con influencias Emo, punk y NU Metal como Rina Sawayama o 100 Gecs. En fin, la lista de artistas obviamente es eterna, y la pueden googlear fácilmente poniendo hyperpop en el buscador.  

Como pasó con el pop punk del 2000 y como dictó la historia humana desde Adán, sumado a la pérdida de uno de los mayores exponentes  del género en su momento cumbre… Ok, hablar de Sophie es un tema sensible, y no quiero caer en asociaciones tipo “Cuando se murió Sophie se llevó el hyperpop al otro mundo” o alguna locura por el estilo porque sería demasiado pronto. Sí hay que decir que su trágica y sorpresiva muerte fue de gran impacto para el género. Todo quedó sin rumbo, la burbuja del chicle explotó y todo se volvió una carrera desquiciada de “tratar de hacer temas de cierta manera solo para estar en la lista de Spotify”. Acá lo que me interesa es la cuestión de lo admirable que es, para mi, que desde sus comienzos, este género nació de alguna manera casi consciente, justamente de que es una burbuja destinada a sucumbir a modo de vanitas post-postmoderna.

Como suele pasar con muchas cosas, era sólo cuestión de tiempo para que sus exponentes simplemente se sumergieran en una cresta babilónica y las grandes stars del billboard, como Lady Gaga (Chromática, por ejemplo), torcieran su mirada hacia el hyperpop en  busca de, o  bien una nueva fuente de público donde succionar atención de juventud en formación aplastada por una cultura obsesionada con el consumo descartable y con hambre sincera de identificación; o simplemente un patio donde renovar el aire de la saturación y evitar así un poco la decadencia inevitable.

Finalmente, el ocaso del Hyperpop y su consecuente inercia en forma de espíritu inmaterial no es una casualidad. La idea de que un pop sea “Hyper” es la idea de que su energía se despliegue de manera tal que eventualmente, por leyes físicas,  se gaste muy rápido. Al ser una idea ligada a lo teen y lo post-teenager  nexo entre la nueva camada lgbtq+, a la internet, lxs “digital self”, por más digitales que nos pongamos, siempre probablemente llegue ese momento cuando nos encontremos cara a cara con el factor  tiempo, el saturno despiadado.