Del kiosko a la librería, ¡bueh!
por Pepo Scioli
“No es inocente editar un libro”, dice Matías Reck, uno de los integrantes de la editorial Milena Caserola en una entrevista realizada por Gustavo Yuste para la revista online La primera piedra. Como parte de esa pérdida de inocencia, la editorial publicó a fines del año pasado Historietas obvias y otros cuentitos, un material realizado por Batato Barea -coeditado ahora con la galería Cosmocosa- que para muchos como yo, nacidos en los 90, nunca existió, y que será presentado en la próxima Isla de Ediciones de ArteBA.
Para quienes no lo conocen, Batato Barea fue un artista queer avant la lettre de los 80. Pionero de la performance en nuestro país, se definía como un payaso o más bien un “clown travesti”. En este contexto post dictadura que Batato habitaba junto a otros como Omar Chabán y Roberto Jacoby emergía el deseo de construir nuevos cuerpos. La performance resultaba entonces un terreno de exploración pertinente para este cometido.
¿Qué es el lado B de un artista? “Araca: alguien que no está, Cala la flor sin color, Jaca el jacaranda bonsai” son algunos de los personajes que Batato inventa en este libro-objeto de gran tamaño (que dicho sea de paso requiere de un especial cuidado por su carácter objetual), una reunión de historietas definidas por el artista como “obvias”. En su estado original fueron hechas con marcador, lápiz, fotocopia, corrector líquido y plasticola, como aclara Seedy González Paz en el prólogo del libro, y eran repartidas por Batato en revisteros y kioscos de la calle Corrientes. En el texto que da inicio a las historietas Batato se presenta y da su dirección de teléfono y domicilio: parece haber haber una necesidad de feedback, alguien que quiere comunicar algo, que quiere que lo llamen, que lo busquen, que lo alimenten, que lo peleen para generar nuevas energías.
El contenido del libro puede relacionarse con la necesidad de época de hacer nuevos cuerpos, de romper con lo que en un programa de Antonio Gasalla al que fue invitado Batato alguien llamó “imágenes aburridas”. En Historietas obvias y otros numeritos, lejos del color, el artista plasma una performance gráfica donde predominan actos, gestos y preguntas. No solo rompe con el formalismo de la viñeta y los globos de diálogo, armando conjunciones de texto e imagen que flotan juntos sobre un papel, sino que rompe también con las maneras de imaginar un cuerpo o un diálogo cotidiano. Estas maneras tienen que ver con el lado B de la historia, con las maneras no oficiales que escapan a los manuales escolares y al diario de turno.
Hay líneas que delimitan espacios, que enfrían las calles y veredas que habitamos. Como dice la canción de 2 Minutos “Mosca de bar”: calles que están “hechas para que un burro ciego camine por ellas”. Los modos de hacer de Batato parecen obedecer al deseo de romper con estas geometrías que no conducen a ningún lado.
Hoy en día tal vez podamos pensar a esta narrativa cómo transmedia (que atraviesa distintos medios en simultáneo). Pero hay una potencia que va más allá de la conjunción de diferentes medios, algo que podríamos llamar un “mediofiesto”. Esta energía intenta recrear lo poco de selva que queda en las ciudades, lugares donde se hacen añicos las divisiones que hay entre lo público y lo privado.
“El que quiera celeste que mezcle azul con blanco”, dijo Batato en ese mismo programa de televisión. Al mezclar, yuxtaponer y borronear, el artista hacía algo que hoy hacemos todos y que celebramos como una novedad, pero que también es la profundización de una práctica del pasado que este libro viene a presentar como eslabón de una génesis.