De Tartagal a Berlín

Por Guido Yannitto

Dibujo por Lino Divas

“Si haces demasiados preparativos para un viaje, el viaje no es tal: es sólo una excursión. Si no haces ningún preparativo para un viaje, el viaje no es tal: es sólo una huida. Entre la huida y la excursión, el viaje”

Juan Bonilla.

Éxodos

Pasé toda la pandemia en Buenos Aires, no me había dado cuenta que estaba deprimido hasta que volví a Salta a pasar las fiestas, a ver familia y amigos después de un año de apocalipsis demorado.

Viendo el diario del lunes que era Europa con esa segunda ola y esa cuarentena obligada decidí que si volvía a pasar acá me iba a agarrar en Salta. Es así que arreglé todas mis cosas en Buenos Aires, hice mandar unas valijas con ropa de invierno y me quedé.

El Lenguaraz

Carlos Luis “Pajita” García Bes era un artista salteño que en el año 1948, luego de estudiar en Buenos Aires decide volver a Salta para abrir su taller y la escuela de artes provincial que todavía sigue funcionando. Además de ser el fundador del Mercado artesanal, Pajita fue técnico folclorista del Fondo Nacional de las Artes. Su contacto con estas técnicas hizo que él mismo se ponga a experimentar y así actualizó varios de estos oficios incorporándolos a su práctica.

Hace años que tengo la idea de hacer un libro sobre él. Una deuda que, pienso, tiene la historia de estos lados. No hay ningún libro ni publicación que recopile su obra. Crecí viendo sus tapices. De chico era vecino de Luciano, nieto de Pajita y vivía a cuadras de su casa, la que era el taller de Pajita: El Caburé. Con Luciano fuimos compañeros desde Jardín de infantes, ahí nuestras madres se hicieron amigas, una amistad que continúa. Nos volvimos a ver hace unos años en Amsterdam, él se escapó ahí. 

En la casa de Luciano aprendí a tejer. É ly su hermano me enseñaron a improvisar unos telares con unas cajas de zapatos. En esos artefactos nos pasábamos tardes construyendo imágenes, era distinto a cualquier cosa porque no era dibujar ni pintar, era construir imágenes con hilos donde la matemática regulaba el juego. Amaba.

Años después volví a ese taller para aprender de Rodrigo, hijo de Pajita, padre de Luciano. Estando acá y habiendo pasado tantos años, pensé que era el momento perfecto para activar el proyecto de hacer un libro sobre Pajita. No fue fácil proponérselo a Rodrigo, él es un personaje un poco parco y la historia familiar, me estoy dando cuenta, es compleja. Le propuse ir a tejer a su taller.  Teniendo un proyecto en tejido, además de que estoy aprendiendo un montón, es más fácil poder hablar. Tejer siempre es una buena excusa para charlar.

Empezamos hace un par de semanas. El primer día a eso de las 8 de la noche, cuando ya estábamos terminando de armar la urdimbre, todavía no habíamos hablado de Pajita, me dice: 

“Me haces acordar a Pajita con tus viajes al norte” (por el chaco salteño). Me sacó una sonrisa. Pajita en los ´60 era técnico folklorista del FNA en artesanías y viajaba seguido a comunidades indígenas del norte para comprar artesanías que después mandaban a Buenos Aires. Al parecer en esa época el Fondo Nacional tenía un local de venta de artesanías de todo el país en la sede de Alsina. “Se vendía muchísimo” me dijo Rodrigo. Me contó que él acompañaba a Pajita en esos viajes. Me contó mil historias. De cómo llegaban a comunidades Wichí, Chané, Toba, y se sentaban en una plaza esperando a que vinieran los artesanos con sus creaciones. “Nadie hablaba hasta que no aparecía el lenguaraz”. Por supuesto pregunté qué era el lenguaraz – “El que le traducía el español al cacique”, me dijo. Sin el lenguaraz era imposible comunicarse. Esa figura de traductor me fascinó. En esos viajes Pajita recolectó historias y mitos de esa zona que después volcó de forma magistral en sus tapices.  El árbol preñador, La Pachamama, El sol pasando por debajo de la luna, Sirena de La Ciénaga, El sapo, Perro aullando a la luna, El oso hormiguero. Son algunos de los títulos y personajes de sus tapices. 

Cuando volví a casa busqué la palabra en el diccionario: Un lenguaraz es una persona que habla con descaro y desvergüenza.¿Era Benjamin o un dicho de la abuela el que decía que una traducción es una traición? En esa pérdida de toda traducción en ese nuevo mensaje ahí está la traición…inevitable, como diría Shakira. Suena lógico que para traicionar, digo…para traducir, no haya que tener vergüenza.

Identificar la identidad 

Mucho “macho tapado” se lee en grindr acá, a mi me da entre gracia y lástima que estando en el 2021 en una red de varones gays haya que esconderse, pero acá es así. 

Casi nunca tengo ganas de encontrarme con ese tipo de perfiles, sobre todo en pandemia, que uno se ha vuelto más selectivo en este tipo de dinámicas, pero de vez en cuando me tiento, me contradigo y me lo permito. Como con este señor: unos 50 años, chateamos tipo 6, a la salida de su oficina, andaba por la calle y quería un encuentro rápido, por su perfil se notaba que era tapado pero me mandó fotos de cara y eso me cayó bien, un valiente pensé. 

No estuvo mal. En el chat me dijo que trabajaba en salud, después me terminó confesando que trabajaba en el Ministerio. Lo que más me acuerdo era su crucifijo en el cuello que no se sacó nunca. Una cruz cuadrada formada por la intersección de dos rectángulos gordos de plata. El creyente pecador con el que me acosté hablaba poco, se notaba que no quería dar mucha información, pero soy curioso de estos personajes así que indagué. Trabajaba en el Ministerio de Salud (en el momento que me dijo eso flashié que era el mismísimo ministro de Salud de la provincia de Salta el que estaba en mi cama). Le pregunté si estaba vacunado, poniendo una carita cómplice de vacunado vip me dijo que sí, que obvio, desde el primer envío de vacunas. Le pregunté también por el futuro de esta cuarentena, si volvían las restricciones. No me acuerdo cómo me lo dijo, pero dependía de Buenos Aires. Si Buenos Aires declaraba catástrofe volvíamos todos a Fase 1, poniendo en duda la autonomía de las provincias que hasta ese momento pensaba reales, pero por el tono del ministro no era tan así. Hoy después de los anuncios de las nuevas restricciones provinciales entiendo lo que quiso decir. 

La identidad salteña es compleja y contradictoria. Me es difícil definirla, pero no reconocerla. A grandes rasgos es una sociedad marcada por la colonia y la iglesia católica. El fenómeno que más llama la atención es que a pesar de ser una sociedad recalcitrantemente católica tiene la población de chicas trans más grande del país. Un dato para sentir orgullo. Como consecuencia de eso, en Salta actualmente se produce el primer programa drag de la televisión de aire del país. Juego de Reinas: un concurso Drag a lo RuPaul del que me volví fanático. En el tercer capítulo de JDR, Absurdah, la autoproclamada presidente del jurado, fue vestida de arzobispo con un maquillaje de calavera y una cruz gigante que usaba como bastón. Me voló la cabeza. Hacía años que no veía algo tan provocador en la televisión argentina y menos salteña. ARTE. Las participantes son todas chicas drags del NOA, con excepción de Tina Argen que es porteña. Muchas del interior de Salta, las más talentosas diría yo. De Caimancito, Orán, Embarcación. Todos pueblos que quedan sobre la ruta 34. Ruta que vengo transitando en mis viajes a Tartagal y Santa Victoria Este: La capital del Trichaco. 

Mis viajes al Chaco empezaron hace dos años. De la mano de Daniela Seggiaro buscando locaciones para su segundo largometraje. Me había invitado a ser director de arte de su peli. Yo dije que sí, sin saber bien qué hacía un director de arte.  Paralelamente Andrei Fernández, curadora de arte que vivía en Tartagal y trabajaba en el territorio, me invita a un proyecto para acompañar el proceso creativo de un grupo de tejedoras wichí de La Puntana. El grupo se llama Thañí, un colectivo de mujeres tejedoras que se organizaron para comercializar sus tejidos, Andrei trabaja con ellas hace más de 5 años. El proyecto fue producido por Alemania. La idea era que ellas puedan mostrar sus producciones en un espacio de arte. Propusimos un trabajo a partir del río Pilcomayo. Tuvimos que pensar cómo sería ese traspaso de una categoría a otra, a partir del textil más ancestral pasando por los usos contemporáneos que se le da al tejido en las comunidades y mostrar eso en una galería en el centro de Mitte. Más que centrar la discusión entre arte y artesanía, nos interesó la energía que tienen esas chicas en sus creaciones y cómo potenciarlo. El pueblo Wichí es, paradójicamente, más antiguo que el imperio Inca y uno de los pueblos más pobres de la República Argentina. Hay comunidades en donde vienen pidiendo agua desde hace casi 40 años. Pero ahí siguen, viviendo, tejiendo con el mismo punto y la misma fibra como lo hacían sus antiguos. Se podrán imaginar el tablero de complejidades desde donde estamos operando.

Actualmente estamos trabajando en una nueva edición de esa muestra para el Museo de Bellas Artes de Salta. Se va a inaugurar en medio de la pandemia y en el cumpleaños número noventa y uno del Museo. Andrei me comenta que el Museo fue fundado con un lote prestado de obras por cien años de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, el préstamo se acabaría en nueve años. Esta maniobra se hizo porque el fundador argumentaba que en el norte no había arte. Hacer una muestra de producciones wichí es poner un poco en discusión eso.

Daniela siempre decía, las veces que vimos un arcoíris, que este no era un buen presagio según la cosmogonía Wichí. Yo hasta ese momento nunca me había cuestionado el carácter ético y estético de un arcoiris, me parecía obvio que semejante manifestación atmosférica, “objetivamente bella” era algo bueno. Bueno, no. Para los Wichís no es así, el arcoíris significa otra cosa: Es La Who (se pronuncia laguó), la serpiente arcoiris. Ervis, un chico de La Puntana con el que estábamos trabajando esa semana nos contó, que es un ser que puede hacer desaparecer personas y llevarlas a otra dimensión, a la dimensión de La Who, parecida a la del hombre blanco. Para los Wichí nosotros somos La Who los que vivimos en otro plano de realidad donde la urbanización, la división de territorios, la propiedad privada y burocracias son principios rectores. 

Después de esa semana de mundo Wichí y Juego de Reinas veo arcoíris en todos lados. Pienso en La Who y en la bandera LGTBIQ+. Dos arcos iris. 

Me acuerdo de Cosmos de Gombrowicz, en esos puntos de contactos arbitrarios y pienso si serán reales, si hay algo ahí o si es pura paranoia.

Un Paisaje mental disruptivo

En medio de la pandemia, el año pasado fuimos a Berlín junto a Andrei Fernandez para presentar el proyecto que comenté antes. La idea era que viajemos más participantes pero la pandemia a penas nos dejó sólo a dos. 

El recorrido Pilcomayo – Berlín, conceptualmente me fascina, en la práctica es conflictivo, pero en este aspecto siempre creo que es mejor que las cosas se hagan a que no se hagan. Este recorrido, además de contrastante me pone a pensar en este binomio de globalidad/ localidad. ¿Que hace un tejido wichí en el medio del centro de Mitte?¿Qué le puede interesar eso a un Alemán? ¿Qué entenderá? 

La muestra estaba en consonancia con lo que era la bienal de Berlín, que estaba sucediendo a unas pocas cuadras de ahí. Latinoamérica era el tema, algo que no me esperaba, pensé que iba a pasar unos años y trabajar otros temas de extranjerizados para que esta parte del mundo sea tema de interés, se ve que no. Me puso bastante crítico esa mirada externa y eterna de exotismos, pero sobre todo me llamó la atención esa estética activista que se les pide a estos países tercermundistas desde el norte, o por lo menos en esta edición de la bienal había bastante de eso, es en lo que más me quedaba pensando. Latinoamérica, activismo e indigenismo. O sea, todo bien la visibilización pero me pierdo con lo que se pide, me quedé pensando esa mirada romántica sobre estas latitudes y la idea loca de que desde acá (o sobre todo mirando comunidades indígenas) está la solución para el futuro de este sistema occidental en crisis. Hablando con Andrei sobre esta idea me dijo algo que me quedó dando vueltas: Es como pedirle a una persona que se está ahogando técnicas de natación. 

Paralelamente a esa muestra me habían invitado a otra muestra con un artista alemán que tiene un trabajo con una familia wichí hace más de 10 años (hace 10 años nos conocimos cuando oficié de asistente para su primera pieza en chaguar, junto a Teresa una de las mujeres que había tejido esos paños y Marcela Sinclair). A mi me parecía interesante estas coincidencias, después me di cuenta que todo estaba fríamente calculado por la especulación de este hombre de como inscribirse o poner un piecito dentro del mundo del arte latinoamericano, y ahí le servía yo, me invitó a que mostremos juntos y hagamos una trabajo en colaboración con la condición de después mostrar en Argentina, por supuesto no funcionó, los dos tenemos ideas  muy distintas sobre lo que es una colaboración, eso generó muchas fricciones, y hubo días en Berlín en que la pasé realmente mal, en esos días aprendí el término extractivismo y que una colaboración o un encuentro maneja sus niveles de conflicto siempre, en este caso esos niveles eran particularmente altos. Por suerte en esta bienal vi el trabajo de Andrés Pereira Paz, artista boliviano que vive en Berlín, hacía años. Lo llamé para encontrarnos después de ver su obra en la bienal, una de las mejores #PARAMI, sobre todo por que manejaba un nivel de poesía entre tanta pancarta que necesitaba. En esos días me había peleado con el artista alemán (gritos por teléfono) y necesitaba distraerme. Andrés vivía en una residencia en Kreuzberg. Una casa donde caíamos varios artistas, casi todos del sur global, un refugio en Berlín donde tomar whisky, fumar uno y bailar Bad Bunny hablando español ¡ohhh que cobijo hermoso poder hablar español! Hablo inglés, pero no me gusta, siento que me convierto en una versión robótica de mi. Lo que más me acuerdo que me decía Andrés cuando le contaba mi drama con el artista alemán era que había que partir de la base que el arte es un deporte europeo, desde ahí todo es un gran teléfono descompuesto, como el barroco americano, interpretaciones locales de ideas del norte. Hablamos mucho sobre ser latinoamericanos en Europa, pero no “parecer” latinos y lo que se le pide al artista latinoamericano y a su obra. ¿Pero qué es el arte latinoamericano? ¿Qué lo define? ¿Un territorio?, o un idioma? ¿Una estética? ¿Una superficie? ¿Un color de piel? 

¿Es la diferencia o el prejuicio lo que define una identidad?

Julio 2021

*Editora invitada, Mariana Cerviño