Consumos de verano – acerca de un momento del año en la galería Wunsch
Por Lux Lindner
Dibujo por Marcelo Pombo
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Por lo que antes de hablar de la muestra “Consumos de Verano”, voy a dar un rodeo, dado que en mis tenaces devaneos de enero, paspadetti, 33% insomne, me pongo a pensar sobre la “realidad argentina” en términos “contrabandìsticos”, aquellos en que la mayor parte del mecanismo operativo permanece oculto mientras se discute sobre secuelas de humareda cromosaturada en caños de escape floridos, adventicios, llamativísimos ellos. Y en estas batallas mentales nocturnas que uno mantiene enroscado en sábanas mordidas por ese perro que espeja nuestra exacta edad, el tema “vacacionar” ocupa importante sitio.
Paradojas de la Fiaca y su Logística; durante todo el año la hidra mediática nos bombardea con escenarios de escasez, pobreza y limitación terminal. Llegaríamos a diciembre boqueando y con poco si algún resto, para el gasto “suntuario”… Suponiendo que las matemáticas agotaran el problema, quienes pueden irse de vacaciones entrarían en el Jumbo camino del califato y el resto a mirar manchas del techo, como Novaresio cuando se despide de Steinschreiber hablando sobre los peligros del Amour Fou (al día siguiente de escribir estas líneas vemos a Novaresio en la inauguretta de Mikhail Rotschild platicando animadamente con el estado mayor de Benzacar Fine Arts) .
Pero sabemos por experiencia que a partir de la segunda mitad del último mes de cada año argentino un porcentaje elevado de habitantes empieza a desaparecer con destino diverso. ¿Y la crisis? ¿Y la malaria? ¿Y la crispación? ¡A otro perro con ese entierro! Hoteles del interior y exterior empiezan a llenarse de gastadores insospechados. Mientras escribo estas líneas, Punta del Este, destino especialmente discriminatorio donde uno puede cruzarse como si nada con el emir de Qatar, revienta de pasaportes churraskilandios.
Dígase que a quienes nos emperramos en teorizar y modelizar sin interferencia periodística, las matemáticas nos estàn dejando de garpe y no voy a empeorar la situación hundido en música complicada… escribo esta nota con fondo de unos enganchados de Karina La Princesita. ¡Qué decencia apabullante, anyway pegoteada a ráfagas de tristeza, KLP! ¡Y sin autotune!
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Oportunamente, es decir desde mediados de diciembre, puede verse en la Galería Wunsch de la Ciudad Autónoma la muestra “Consumos de Verano” curada por Ani Markman e Ignacio Meroni. El show, multidisciplinario aunque con neto predominio de lo chato y colgable, panea sobre diversos aspectos del quehacer veraniego. Ese que nos gustaría abordar como no-quehacer, un protocolo de desinstalaciones temporarias para el combo de programas de autoexplotación que tendemos a llamar “nuestro trabajo actual”.
Lo que me gusta en esta muestra es la sectorización de problemáticas. Un ducto temático principal se divide en subtramas. Y a estas subtramas les encontramos nombres tomando Cynar; lean si no me creen:
1) Foodporn/Softporn & “Sabor del Encuentro”
2a) Delta Tigrense 1/Naturaleza (diurna y nocturna )
2b) Delta Tigrense 2/Sociedad (celebridad y anonimato)
3) Oprobios del Verano (insectos, calor y contramedidas, espirales, pastillas repelentes y ventiladores)
4) Consumos legales (gaseosas hyperreales, postrecitos)
5a) Playero de Paisajes (Balthusianismos/El vacacionante y su contingencia)
5b) Playero de Fetiches (cosas que uno ve tirado desde la reposera)
6) Lo que el mar devuelve a la playa (vestigios)
7 ) Homenajes a quienes ya no están y andariveles
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Mi primer sector preferido en “Consumos de Verano” es Foodporn/Softporn. Revolotea sobre él un viejo slogan cervecero… “el sabor del encuentro”. Acá alimentación, bebida y conatos de sodomía forman el centro de gravedad de lo social. Con mirada federalizante, porque hay artistas aportando lo suyo desde las cuatro dimensiones del territorio nacional. Otro de los aciertos de esta muestra, que va mucho más allá de lo que podría ser la queja porteña cruda sobre cuellos de botella en la promesa hedonista liberal.
La idea de Torcuato González Agote de pintar lo que se pone arriba de la parrilla como serie me parece buenísima; perdón que lo diga así, con tan poca edición, mejoramiento o pulimentado hispanístico. “¡No habrá dos parrillas iguales!” podría haber dicho Heráclito de haber estado en La Farola de Parque Patricios mezclado con el Volk cuando Messi baboseó el Grial. El parrillazo desata oportunidades infinitas a la composición y el juego de color. Que una cosa es la parri apenas encendida, otra en su momento de máxima chisporroteante temperatura, chorreando grasas, después la serena entereza de un largo crepúsculo entre brasas… Todo eso puede tener correlato en fusiones dentro del círculo cromático, sólo que hay que arremangarse y mover los brazos, ¿no? Cargar una parri se ha vuelto empresa por demás heroica y hasta cierto punto imprevisible dados los precios y la creciente convivencia entre seguidores de la vaca muerta y vegetarianos not to say veganos. Junto a carne y sucedáneos hamgurgueseriles se abren paso cebollas, papas, morrones… ¡Se puede poner más verde una pintura de parrillas en el 2023 que en cualquier otro momento de la historia universal!
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El sector “tigrense” contiene pensamientos sobre la nocturnidad “cómplice” como en las pinturas (¡tan distintas la una de la otra!) de Valentina Ansaldi (confiando en la civilización) y Sasha Minovich (desconfiando).
(El calor me pone mal, hace tiempo que debo cambiar los anteojos y ¡llego a confundir un Sivak con un Ansaldi y después un Ansaldi con un Sivak!)
Y hay en este sector lo que yo llamaría “meditaciones mixtas”, donde la hora y el humor metereológico no son tan fáciles de establecer. Es el caso de la foto de Adrián Salgueiro que pareciera sugerir en principio un escenario de relajación total, hasta que nos libere del hastío una amenaza de tormenta. ¡Parece increíble que esta foto sea toma directa y no un collage!
Sector de sociales: la que parecía Lara Bernasconi ERA Lara Bernasconi en la pintura de Yuyyú Puleston.
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Como tradicional víctima de los insectos subtropicales, destaco del sector “Oprobios” los homenajes de Vom Bröcke a los espirales y de Lucía Harari a las pastillas repelentes. Harari homenajea de paso al pobre ventilador que tantas veces no puede hacer otra cosa que mover aire caliente… Y hay una situación metapictórica: los colores de su cuadro parecen arrastrados por el ventilador, más que aplicados con una mano. Este maximalismo del cuasi azar puede convivir en esta muestra con una “bravura” pictórica dirìamos “tradicional” de pequeños y precisos toques de pincelada, como la que vemos en la estación de servicio con perritos de Nicolás Oyuela, donde hasta nos pareciera sentir ese agobiante calor del planeta privado de sombras (ya en el Sector Playero).
Destaco también del Sector de Fetiches el trabajo de Romina Davis a medio camino entre pintura, dibujo a color basado en medios tonos y la posible referencia al criptobeboteo en medio del consumismo compulsivo low-budget. Acordarse que la rueda de la economía no se detiene nunca, tironeando de nuestros ejes más privados si lo necesita, etc. Una obra que tiene mucho de vértice en dirección al concepto de la muestra.
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Confieso que mi obra predilecta es la que Carlos Segovia realizó sumergiendo pinturas sobre MDF en el Río de la Plata. Las partes del MDF sumergidas en el agua se abren y desfiguran habilitando una especie de textura de lija anónima en realidad bastante desmoralizante que parece arena embalsamada.
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Cuando termino de tomar notas y cebado tal vez por las texturas de González Agote me da antojo de ir a una parrilla, pero desde la galería no conocen una del área palermitana cuyos precios no sean un asalto…
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Afterthoughts de la obra de Victoria Nana:
El hielo y la pasión se derriten
El hielo y la pasión se derriten
El hielo y la pasión se derriten