Carta desde Leipzig (Brief aus Leipzig)
por Yvonne Anders (Kunstraum Praline) y Olga Vostretsova (Бükü)
Dibujos de Max Baitinger y Tina Kaden
> SCROLL DOWN FOR GERMAN VERSION
En comparación al resto del mundo, acá en Leipzig tenemos suerte y la llevamos bastante bien. Podemos salir afuera a pasear de a dos, incluso salir de casa sin una razón en particular, hacer deporte, pasar un rato en los Kleingarten (pequeñas huertas o jardines ubicadas generalmente dentro de las ciudades como espacio de escape de fin de semana) y también viajar dentro de las propias regiones (Leipzig está en la región de Sajonia, al sudeste del país). Desde el 20 de abril se impuso la obligación de usar barbijos (la mayoría caseros) para hacer compras o viajar en transporte público. Estas máscaras ya se están convirtiendo en accesorios de moda, por no decir un fetiche.
El cuidado en todas las actividades es siempre una preocupación. ¿Nos encontramos a debatir nuestro proyecto de manera totalmente conspirativa en el patio interno, con la esperanza de que los vecinos no nos vean? ¿O preferimos una conversación entrecortada y pixelada por Skype? Porque hay bastante para hacer: las instituciones patrocinantes recomiendan urgentemente a los proyectos autorizados buscar alternativas para seguir adelante, como por ejemplo tener lugar online (¿pueden pensar en otra cosa?). Con seguridad todo debe estar terminado como mucho para fin de año. Esto también aplica a nuestro projecto “Multiplier’s Exile” con la redacción del periódico El Flasherito en Buenos Aires y algunxs artistxs de Leipzig. La alternativa online la vemos sólo como última salida, en cambio elegimos la estrategia de posponerlo. ¿Tal vez puede tener lugar en agosto o septiembre? ¿Junto con millones de otras cosas pospuestas?
De la mano del coronavirus, actualmente la oferta cultural en Leipzig crece como hongos. Incluso en medio de la prohibición de salir da la sensación de perderse cosas. Justo cuando tal vez por primera vez nos alegraba la idea de liberarnos de tantas posibilidades impuestas y volver por fin a la calma, a unx mismx, y aplacar un poco el consumo cultural, las redes sociales y los paseos diarios muestran otra imagen: la performer del tejido en la ventana de exhibición de la galería D21, ¡demasiado tarde para darse una vuelta! La acción de Pascuas de las galerías con sus bolsas con arte para llevar, ¡también perdido! Por lo menos la instalación de Matthias Garff, iluminada día y noche en la ventana de Praline, no se nos va a perder.
Arriba: Mandy Gehrt en la galería D21 / Abajo: Matthias Garff en Praline
Incluso llega al extremo de que las instituciones culturales transmiten todo por streaming. Y al mismo tiempo. La oferta cultural en Internet de ahora no tiene fronteras. Museos de todo el mundo hacen visitas guiadas y exposiciones online. El renombrado galerista berlinés Johann König (el hijo de Kasper König) se conecta todas las mañanas de martes a domingo para hacer vivos de Instagram con reconocidos artistas desde sus ateliers. Las instituciones literarias organizan lecturas online y los teatros transmiten a determinada hora las grabaciones de producciones anteriores. El colmo del absurdo son posiblemente las transmisiones desde discotecas vacías, con Djs sin público. Y nosotrxs también solxs con nuestras laptops, después de quince minutos de set se vuelve muy triste…
Sin olvidar los bares privados, entre amigxs, que “abren” a través de Zoom, Webex o (para lxs más veteranxs) Skype. Un nicho vacío de mercado sería el desarrollo y la venta de soundtracks que simulen una atmósfera de Kneipe (bares populares entre la gente grande, un poco marginales y donde se fuma mucho, con máquinas de juegos y precios baratos). Se puede fumar, pero de a uno… A lo mejor es la única ventaja parecida a las rondas de tragos online: lxs fumadores y no fumadorxs pueden sentarse juntxs sin que ninguna de las partes se sienta perjudicada.
En el fondo hay una buena atmósfera, mayormente accesible sin costo para un público más grande. Arte, cultura, literatura, música, cine para TODXS. La condición obviamente es tener el conocimiento y la motivación para ello, además de una computadora y conexión a Internet. Tal vez por eso mismo permanece por ahora vedado a un público más tradicional, incluso para habitués y seguro que para no pocos estudiantes, que pasan mucho tiempo haciendo homeschooling en la computadora y no suelen tener un ordenador propio. La competencia creativa online para niños y jóvenes generalmente los agarra rapidísimo. Los padres se golpean la cabeza con las dos manos. Lxs educadores de arte de Leipzig se ruegan mutuamente que animen a sus propios hijos a enviar fotos y imágenes..
Paralelamente se acumulan voces de advertencia de que el mundo digital y hasta los autocines reemplazarán (o destruirán) a largo plazo de manera definitiva la esfera de la cultura no comercial. Además de eso hay dudas de que una pantalla pueda reemplazar una experiencia artística auténtica, ya sea teatro, artes visuales o un concierto. No es lo mismo estar solo frente a la pantalla que entre las multitudes movedizas, que se ríen más lindo y fuerte en el cine. Las grabaciones de piezas teatrales son básicamente insoportables. Y además, ¿quién puede invertir con ganas su tiempo libre, después de semanas de home office, en ver una muestra online?
Dibujo de Tina Kaden
Las actividades durante el aislamiento a veces también son políticas. Por ejemplo, la escritora local Rebecca Maria Salentin escribió una carta abierta al gobierno federal de Alemania que firmaron cerca de 700 creadores culturales de todo el país. Era un petirorio para recibir a los cientos de miles de refugiados varados en las islas griegas y en la frontera entre Grecia y Turquía, un problema que en medio de tanto barullo mediático en torno al corona parece ser barrido debajo de la alfombra. Después de su publicación el 17 de marzo, aparecieron algunas opiniones contrarias entre la población, por ejemplo en el sitio del periódico Leipiziger Volkszeitung, donde también se publicó el pedido. Entre los inocentes comentarios al estilo “¿se han vueltos locos?” también hay “propuestas constructivas” para intercambiar esos actores culturales por los refugiados varados… pero el arte no se rinde. La artista Franz Jyrch lanzó la iniciativa “Coser en lugar de Netflix – barbijos para Moria” (nombre de uno de los campo de refugiados de Grecia, uno de los más grandes de la UE). Cada unx podía tejer barbijos caseros para los refugiados de Lesbos y entregarlos sin contacto físico hasta fines de abril a la asociación de artistas KV-Leipzig, que los enviaban a Grecia. Cabe acá la necesaria pregunta de si es verdaderamente eso lo que necesita la gente de Lesbos. Pero también puede ser una estrategia posible para alertar sobre la terrible situación que viven.
Siempre hay llamados a la solidaridad mutua en la escena cultural de Leipzig. Los pequeños cines y los teatros off ofrecen vales que pueden canjearse tan pronto como se les permita abrir de nuevo. La mayoría también se venden con éxito a los propios representantes de la escena. También existe la posibilidad de ver publicidad cinematográfica, voluntariamente y sin una película después, en apoyo a los cines independientes. Se cuentan los minutos y los anunciantes pagan a las salas por la publicidad vista. En el portal Grandfilm.de podés elegir una sala de cine, comprar una transmisión por el precio de una entrada y hacer cine en casa (especialmente si sos afortunadx propietarix de un proyector y su respectivo sistema de sonido). Se puede pedir libros a pequeñas librerías, como aquí en Plagwitz-Lindenau (barrio de Leipzig), en la librería independiente Drift.
La situación es bastante complicada para los creadores culturales. En lugar de ir a vernissages, salimos a caminar y correr como nunca. Incluso movemos nuestros planes para el 2020 de arriba abajo en nuestra cabeza, o simplemente los dejamos ir. Lxs freelancers con niñes en casa ya no van a trabajar porque las guarderías, las escuelas y los centros de cuidado infantil están cerrados. Todos los días se envían correos con links de pedidos de ayuda y subsidios vinculados con el corona, todxs buscan abrirse camino solos entre engorrosos programas, guías, consejos. El resultado hasta ahora ha sido malo. Las honorarios pendientes de eventos que no se realizaron solo se pueden recuperar marginalmente. La información más útil sigue siendo la aplicación simplificada para el Hartz IV (el subsidio de desempleo en Alemania), pero no todo el mundo puede recibirlo, como por ejemplo estudiantes o personas de países no pertenecientes a la Unión Europea. En general, actualmente existe una conciencia cada vez mayor de lo seguro que se vive acá comparativamente a otros lugares a pesar de todo, en medio de una pandemia y un extenso aislamiento que limita nuestras vidas por un período indefinido.
Y sin embargo, qué privilegiada es la precarizada escena cultural (con pasaporte europeo). Después de todo tenemos tiempo para cantarle a coro desde el balcón, sin el riesgo de contagio, a los enfermeros mal pagos de los hospitales y hogares de ancianos. Las opiniones difieren ampliamente sobre si esto es realmente útil o si no sería mejor luchar por salarios más justos. Si en algún momento todo vuelve a la normalidad, si vamos a estar sin un mango debido a una larga crisis y necesitados urgentemente de un trabajo decente, sujeto a contribuciones de seguridad social; en ese caso podríamos empezar a dar clases en las escuelas o atender desde un call-center. Estas opciones, posiblemente para algunxs deprimentes, generalmente son directamente inexistentes para muchas personas con calificaciones más bajas o no reconocidas. En el Jobcenter (centros de búsqueda de empleo en Alemania,) no nos tratan tan mal y no nos empujan a trabajos malos o no remunerados como a aquellas personas sin un título universitario o con ciudadanía no alemana.
Pero, como es bien sabido, la prosperidad es relativa y se mide por los respectivos sistemas de referencia en los que nos encontramos. Y cuanto más dura el aislamiento y más incierto se vuelve su final, más claro se vuelve un miedo bastante difuso de que esto pueda significar que los privilegios están a punto de terminarse.
Leipzig, Abril de 2020.-
http://www.praline-leipzig.de/
Traducción: Piro Jaramillo
Dibujo de Max Baitinger
Brief aus Leipizg
Im weltweiten Vergleich haben wir hier in Leipzig wohl Glück und kommen halbwegs gut zurecht. Wir dürfen zu zweit draußen spazieren, mittlerweile sogar ohne triftigen Grund das Haus verlassen, uns sportlich betätigen, im Kleingarten abhängen und sogar Ausflüge innerhalb unseres Bundeslandes machen. Dafür gilt seit dem 20. April die Pflicht, beim Einkaufen und bei Nutzung der öffentlichen Verkehrsmittel (meist selbstgebastelte) Schutzmasken zu tragen. Diese Masken avancieren gerade zu Fashion-Objekten, um nicht zu sagen zu Fetischen.
Awareness ist bei all den Aktivitäten immer begleitendes Thema. Treffen wir uns zur Projekt-Besprechung ganz konspirativ zu dritt im Hinterhof, in der Hoffnung, nicht von Nachbarn angezeigt zu werden? Oder führen wir doch lieber verpixelte und stockende Skype-Gespräche? Denn es gibt genug zu tun, der freien Szene in Leipzig wird jetzt von Förderinstitutionen dringend empfohlen, die bewilligten Projekte alternativ weiterzuführen, z.B. online (fällt Euch was anderes ein?). Alles muss sichtbar werden und zum Jahresende abgeschlossen sowie abgerechnet sein. Das betrifft auch unser Projekt “Multiplier’s Exile” mit der Redaktion der Zeitung El Flasherito aus Buenos Aires und vielen Künstler*innen in Leipzig. Die Online-Alternative sehen wir in dem Fall aber als keine Option und wählen vorerst die Strategie des Verschiebens. Vielleicht kann ja das Projekt im August oder im September stattfinden? Zusammen mit Millionen anderer verschobenen Veranstaltungen?
Derzeit schießen Corona-kompatible Kulturangebote in Leipzig wie Pilze aus dem Boden. Selbst während der Ausgangsbeschränkung verfolgt einen das Gefühl, alles zu verpassen. Dabei wollten wir uns doch erstmal an der von außen aufgezwungenen Möglichkeit erfreuen, endlich mal zur Ruhe zu kommen, in uns zu gehen und den ganzen Kulturkonsum ein bisschen runterzufahren. Die sozialen Netzwerke und täglichen Spaziergänge zeigen ein anderes Bild: Die strickende Performancekünstlerin im Schaufenster vom Kunstraum D21 – zu spät vorbeispaziert! Die Osteraktion des Kunstraums mit den Kunsttüten zum mitnehmen – ebenfalls versäumt! Wenigstens die tags und nachts beleuchtete Installation von Matthias Garff im Praline-Schaufenster kann kaum vertrödelt werden.
Hinzu kommt, dass extrem viel aus allen möglichen Kulturhäusern gestreamt wird. Und zwar gleichzeitig. Das Kulturangebot im Internet ist nun mal grenzenlos. Die Museen weltweit laden zu Online-Führungen und Vorträgen ein. Johann König, der angesagteste Berliner Galerist und der Sohn von Kasper König, verbindet sich jeden Morgen von Dienstag bis Sonntag live bei Instagram mit bekannten Künstler*innen in ihren Ateliers. Die Literaturhäuser veranstalten Lesungen online und die Theater streamen zu bestimmten Uhrzeiten die Mitschnitte der vergangenen Produktionen. Am absurdesten sind möglicherweise die Live-Schaltungen aus leeren Nachtclubs, in denen DJs ohne Publikum vor Ort auflegen. Ganz allein mit sich und dem Club im Laptop macht die fünfzehnte Minute eine*n langsam traurig… Nicht zu vergessen die privaten Bars, die über Zoom, Webex oder für old school user in Skype eröffnet werden. Eine Marktlücke dabei wäre die Entwicklung von Bar-Tracks, die eine Kneipenatmosphäre zu Hause simulieren. Rauchen darf dann aber jede*r selbst… Das ist womöglich der einzige Vorteil solcher Online-Trinkrunden: die Raucher*innen und Nichtraucher*innen können zusammen sitzen und keine der Parteien fühlt sich benachteiligt.
Eigentlich herrscht gerade eine gute Grundstimmung, möglichst viel kostenlos einem breiten Publikum zugänglich zu machen. Kunst, Kultur, Literatur, Musik, Filme für ALLE. Voraussetzung ist natürlich das Wissen und die Motivation dazu und ein Computer mit Internetanschluss. Somit bleibt es wohl vorerst beim althergebrachten Publikum, schließt eventuell sogar ältere Stammbesucher*innen und sicher nicht wenige Schüler*innen aus. Diese verbringen während des Homeschooling so schon zu viel Zeit am Computer und besitzen oft keinen eigenen Rechner. Online-Kreativwettbewerbe für Kinder und Jugendliche nehmen generell rasant zu. Die Homeschool-Eltern schlagen die Hände über den Kopf zusammen. Leipzigs Kunstvermittler*innen betteln sich gegenseitig, die jeweils eigenen Kinder zum Einreichen von Bildern zu animieren.
Es häufen sich parallel warnende Stimmen, die digitale Welt und übrigens auch Autokinos würden langfristig gesehen die nicht kommerzielle Kulturwelt endgültig (z)ersetzen! Daran lässt sich jedoch zweifeln, weil ein Bildschirm niemals ein wahres Kunsterlebnis – sei es Theater, bildende Kunst oder Konzert – ersetzen kann. Allein am Bildschirm bist Du niemals in der tanzenden Menschenmenge, es lacht sich im Kino schöner und lauter, die Mitschnitte der Theaterstücke sind überwiegend unerträglich. Und, schlussendlich, wer verbringt schon gern nach mehreren Wochen Home Office seine Freizeit in digitalen Ausstellungen?
Die Aktivitäten in Lockdown sind manchmal auch politisch. Zum Beispiel verfasste die Leipziger Autorin Rebecca Maria Salentin einen offenen Brief an die Bundesregierung, den ca. 700 Kulturschaffende deutschlandweit unterschrieben. Es war eine Aufforderung, die zehntausenden Geflüchtete aufzunehmen, die auf griechischen Inseln und an der türkisch-griechischen Grenze gestrandet sind. Ein Problem, das im medialen Corona-Lärm unter den Teppich gekehrt zu werden schien. Nach der Veröffentlichung am 17. März konnte man ein paar Gegenstimmen aus der Bevölkerung wahrnehmen, z.B. auf der Facebook-Seite der Leipziger Volkszeitung, die den Aufruf ebenso veröffentlichte. Neben den einfältigen Kommentaren a lá “pieptst noch?” kamen auch “konstruktive Vorschläge”, die sämtlichen Kulturschaffenden gegen die gestrandeten Geflüchteten einzutauschen… Aber die Kunst gibt nicht auf. Die Leipziger Künstlerin Franz Jyrch, startete die Initiative “Nähen statt Netflix – Masken für Moria”. Jede*r kann Behelfsmasken für Geflüchtete auf Lesbos nähen, um diese bis zum 21. April im Kunstverein KV–Leipzig kontaktlos zu abzugeben, sie werden dann nach Griechenland verschickt. Es stellt sich hier die berechtigte Frage, ob es wirklich das ist, was die Leute auf Lesbos jetzt brauchen? Aber es kann auch als eine mögliche Strategie betrachtet werden, die Öffentlichkeit erneut auf die eklatanten Missstände aufmerksam zu machen.
Es kommen immer wieder Aufrufe zu gegenseitiger Solidarität in Leipzigs Kulturszene. Kleine Programmkinos und OFF-Theater bieten Gutscheine an, die eingelöst werden können, sobald sie wieder öffnen dürfen. Sie werden auch erfolgreich meist an Vertreter*innen der Kulturszene verkauft. Es gibt zudem die Möglichkeit, Kinowerbung – freiwillig und ohne einen Film danach – mit Unterstützung der Programmkinos zu gucken. Es wird nach Minuten gezählt und die Kinos deiner Wahl werden von den Werbenden bezahlt. Auf dem Portal Grandfilm kannst Du Dir ein Kino aussuchen, einen Stream für den Preis des Kinotickets kaufen und zu Hause Kino machen (insbesondere, wenn Du ein*e glückliche*r Besitzer*in eines Projektors und entsprechender Soundanlage bist). Bücher werden bei kleinen Buchläden bestellt, wie zum Beispiel hier in Plagwitz-Lindenau in Leipzig bei dem selbstorganisierten linken Buchladen Drift.
Die Situation ist schon verzwickt für die Kunst- und Kulturschaffenden. Wir gehen statt zu Vernissagen so viel spazieren und joggen wie nie zuvor. Dabei schieben wir all unsere Pläne für das Jahr 2020 im Kopf hin und her oder ganz weg. Freelancer mit Kindern zu Hause kommen gar nicht mehr zum arbeiten, da die Kitas, Schulen und Kleinkindbetreuungen geschlossen sind. Täglich gehen Infomails mit Links zu Corona-Soforthilfen raus, jede*r wühlt sich allein und umständlich durch unterschiedlichste Programme, Leitfäden, Ratschläge. Das Ergebnis bisher fällt für freiberufliche Kulturarbeitende eher unschön aus. Wegfallende Honorare von nicht stattfindenden Veranstaltungen können nur marginal ersetzt werden. Die nützlichste Information bleibt die vereinfachte Beantragung von Hartz IV. Aber das bekommen bei weitem nicht alle, Studierende zum Beispiel oder Menschen aus Nicht-EU-Ländern nicht. Generell schärft sich derzeit das Bewusstsein dafür, wie vergleichsweise abgesichert wir trotz allem hier leben, obwohl gerade eine Pandemie herrscht und ein umfassender Lockdown unser Leben auf unabsehbare Zeit einschränkt. Wie privilegiert die prekäre Kulturszene (mit EU-Pass) dennoch ist. Wir haben schließlich gerade die Zeit dafür, frei von Ansteckungsgefahr auf unseren Balkonen für die unterbezahlten Pflegekräfte in den Krankenhäusern und Pflegeheimen im Chor zu singen. Die Meinungen gehen stark auseinander, ob das wirklich hilfreich ist oder eher not täte, für faire Löhne mitzukämpfen.Wenn irgendwann alles wieder im Lot ist, wir vor lauter langer Krise total abgebrannt sind und dringend einen ordentlichen sozialversicherungspflichtigen Job benötigen sollten, könnten wir notfalls in den Schulbetrieb oder im Callcenter quereinsteigen – diese für einige eventuell deprimierenden Optionen fallen für viele Menschen mit geringeren oder nicht anerkannten Abschlüssen meist gänzlich weg. Wir werden im Jobcenter bei weitem nicht so fertig gemacht und in schlecht bis unbezahlte Arbeit gedrängt wie wie beispielsweise Menschen ohne Hochschulabschluss oder nichtdeutscher Staatsangehörigkeit. Aber Wohlstand ist bekanntlich relativ und bemisst sich an den jeweiligen Bezugssystemen, in denen wir uns befinden. Und je länger die Ausgangsbeschränkungen laufen und je unklarer deren Ende wird, desto deutlicher wird eine bisher noch recht diffuse Angst, dass es auch mal vorbei sein könnte mit all den Privilegien.
Yvonne Anders (Kunstraum Praline)
Olga Vostretsova (Бükü – Büro für kulturelle Übersetzungen)