Cada artista es un tiempo y una isla
por Emmanuel Franco
[Con mucho esfuerzo el niño logra entrar, las piedras y los restos de madera le ceden el paso. La misión es sencilla: encontrar en las ruinas del edificio algo de comida. Hay que aprovechar que todavía no salió el sol, sus rayos generan quemaduras letales en la piel. Por ahora la noche y la luna siguen siendo las únicas aliadas. El niño tiene movimientos prudentes, camina en silencio con su lanza hecha a partir de vidrios y metales oxidados. El edificio tiene un gran agujero en el techo, no solo los rayos del sol pueden entrar por ahí. ]
En un más allá no muy lejano, donde las clasificaciones y las categorías se comen a sí mismas, uno puede encontrarse con Lino Divas. Nos saludaría con su cara de puntos suspensivos y nos daría la pista de que no hace falta entender nada. Entre la acción y la palabra, la obra de Divas se piensa con los hombros relajados, con los detalles que solo se ven a través del lente de la calma. Una vez un artista y curador importante de la escena porteña afirmó que la obra de LD “está siempre al borde de un precipicio, nunca se sabe si es un chiste o si es de verdad”. Esta “poética” sentencia, en sentido contrario a su malicia, contribuye a pensar el rol de un artista que juega con los límites de las expectativas, con aquello que se dice pero no se cumple y con un modelo de producción que entiende a la autogestión como un virus de unión entre las personas.
El mismo Divas afirma que su aterrizaje en el mundo fue el 11 de noviembre de 1981, aunque lamentablemente no se puede confirmar la información y se elige creer. Las dudosas fuentes afirman que él nunca deja ver su documento o su billetera. Nace en un hospital de Recoleta y luego se traslada con su familia a una casa en Monte Grande. Cuando aparece la tierra y el pasto, se cumple la promesa de un patio donde se puede jugar. A los 12 años dibuja de manera compulsiva jugadores de fútbol que observa en el diario, su pasión por este deporte es innegable. Aparece la idea de la copia, recurso que se repite en su producción actual donde se nutre de imágenes de Internet. El contenido bizarro y las carcajadas que expelen los medios de comunicación acompañarán su camino artístico, como grandes amigos imaginarios. Su encuentro con la revista pseudocientífica “Conozca más” puede pensarse como un primer motor de interés con estos temas.
Entre 2001 y 2002, en una estación de Lomas de Zamora, se funda un pacto de generosidad entre un pintor que vendía sus cuadros a los turistas de San Telmo y Lino Divas. Volponi era su apellido y LD era el único que tenía asistencia perfecta a su taller de muralismo en la estación. A punto de cerrar el taller por la deserción, Volponi vió en LD un joven entusiasmado y decidió darle clases gratuitas. El único requisito era que el novato lleve sus propios materiales. Aquí construye un conocimiento disperso sobre nociones básicas de la plástica pero más importante, conoce una forma de vinculación honesta, personas ayudándose entre sí sin esperar nada a cambio. Esto sucede con sus proyectos de gestión independiente como el sitio web C.A.R.A., una brújula sensible que mapea proyectos autogestivos de diferentes regiones de Argentina. Un listado, una casilla, una encuesta que da cuenta del verdadero esfuerzo que implica la gestión. Sin discursos bonitos o enunciados pretenciosos acerca del arte. Hay información clara y precisa, ingredientes fundamentales para un trabajo honesto. No tiene objetos para observar, se basa en las palabras y en la imagen vincular que uno puede construir en la lectura, en el descubrimiento de un espacio cultural en el nordeste del país o a dos cuadras de nuestra casa. Es un campo de escritura que algún día podría devenir en una enciclopedia virtual. En algún momento, Volponi y LD dejaron de verse, la concentración se fragmentó en otros intereses como el sitio web Devianart, en la intervención de carteles de gatos perdidos y en un aparato mágico llamado fotocopiadora. No se sabe que fue de la vida de Volponi, tal vez quiso retomar su taller de pintura, tal vez se lo pueda encontrar un fin de semana en la calle Defensa vendiendo algún retrato, tal vez su eco habite en los pinceles y las ventanas de su taller abandonado, pero seguramente su gesto continúa operando sobre la cabeza de Lino Divas, como el primer ladrillo de una futura institución imaginaria con sedes en toda latinoamérica.
[ El niño observa una letra negra pegada a la pared. El niño no sabe leer, no puede descifrar su significado. Continúa su camino por una escalera a la que le faltan peldaños y dan al vacío, es una tarea fácil para un infante que desde el inicio se enfrentó a una Buenos Aires en ruinas. Saltar es la forma en la que se divierte y siente algo más que el hambre. Al terminar las escaleras tiene que arrastrarse por un túnel angosto, ahora todo es más complicado. Prende un fósforo para iluminar un poco el espacio y mientras avanza observa a su alrededor: unos palos blancos y rojos que tienen unas dentaduras extrañas en la punta, parecen humanas pero no, unos pedazos de madera amarilla, un mapa de argentina, anillos, brazaletes y una lámpara con tubos celestes rotos. Una vez atravesado el túnel el niño se encuentra con otra escalera, pero esta vez solo puede descender. Escucha un sonido, parece una canción que viene desde abajo, el niño se apresura a bajar mientras unos perros salvajes entran al edificio. ]
Es común escuchar las quejas de ciertos agentes y miembros del circuito oficial respecto de la Universidad Nacional de las Artes: que no prepara jóvenes para ingresar en el medio, que la carrera es muy larga, que los estudiantes no entienden las propuestas del arte contemporáneo, la eterna gestación de nuevos artistas viejos, etc. No siempre fue tan marcada la geografía entre los “artistas académicos” y los “artistas insertos en el medio”. No siempre hubo necesidad de pertenecer o desligarse de algo, porque antes no había nada, solo la expectativa de un tiempo frágil y paranoico sobre lo que vendrá. Esa era la sensación de principios de los años 2000, el caos y la incertidumbre no se maquillaban. Se podría decir que el deseo todavía no estaba institucionalizado.
[ Los perros sienten el olor a niño huérfano y desnutrido, sus ojos comienzan a vibrar hasta que lloran de desesperación. Se muerden entre ellos como ritual para comenzar una cacería.]
Es en el año 2003 cuando Lino Divas entra en el entonces llamado Instituto Nacional de las Artes e intenta conocer a otras personas que compartan su amor por las imágenes originadas en las vísceras de una internet muy precaria. Se cruza con personas destinadas a instalarse en el buscador de Google: Rosario Zorraquín, Andrés Aizicovich, Gala Berger, Juan Ignacio Reos, Ramiro Oller, Mario Scorzelli, entre otros. El paisaje comienza a dibujarse mejor. El arte puede ser un camino de ida, hay otros con quien charlar o, en el caso de Divas, a los que observar entre la perplejidad y la timidez. Se interesa por el grabado y el lenguaje visual, aunque se la pasa dibujando en todas las clases. Mientras las horas, los días y las lecturas se archivan en el mundo de la facultad, Lino Divas vuelve a dispersarse: hay tanto para hacer por fuera de las aulas. Pronto encuentra en el fanzine una posibilidad de distribuir sus producciones entre amigos y personas que va conociendo, la economía de recursos será otra estrategia que va a perdurar en sus prácticas. Todo es posible desde la precariedad y el valor del registro, cada imagen que LD produce debe ser subida a la web para que todos puedan estar en contacto con ella. Una pequeña biblia virtual hecha con la voluntad de un silencioso sacerdote, con sus propios rituales, sus horas para rezar y producir. Lino Divas va construyendo su propio ritmo para producir y habitar el arte. No se pone al servicio de otra cosa que no sean sus intereses personales y el de aquellos que lo acompañan. No tiene la necesidad de abrumar a la escena con miles de exhibiciones sobre su obra, esto es solo otra cuestión protocolar que sirve para dar a conocer su trabajo y cruzar personas que en otra situación jamás se encontrarían. Todos están al servicio de nuevas formas de producción y circulación del arte. Lino Divas busca revalorizar la idea de lo alternativo, en oposición al discurso oficial pero sin destruirlo. Distanciarse para poder aprender y dejar una huella mediante espacios de encuentro independientes, que sirvan como espejo para oxigenar las prácticas de las instituciones hegemónicas. Una fuente de poder compartido entre lo pequeño y lo grande.
Algunos afirman que Lino Divas es aquel digno de convertirse en mito, la sensual leyenda que toda escena artística necesita, como lo son Federico Manuel Peralta Ramos o Alberto Greco. Personajes que también fueron acusados de estar en el precipicio de la pavada, víctimas del chiste fácil y del comentario despectivo. Es de público conocimiento como el mundo del arte puede ser cruel con los artistas, celebra su brillante pasado en grandes retrospectivas mientras que durante su tiempo de vida son un comentario al pasar, una nota al pie o una herramienta más. A veces la construcción del mito es como la asistencia a la misa, sirve para lavar culpas, para no reconocer que fue un error ignorar el trabajo de un artista vivo. Es duro el camino para quien se resiste a pelear por la sagrada membresía y ser parte de “la gran familia”. No es importante, Lino Divas camina a su propio paso, sabe como hacer de un lugar hostil un jardín de flores pintadas en acuarelas. En sus gestos mínimos se reconoce una manera de ser enigmática pero amigable, una oportunidad para decir poco y hacer mucho.
[ Los perros lo están alcanzando, el niño corre como puede pero no tiene las energías suficientes, los pies están lastimados y tuvo que dejar su lanza en el camino. Cada paso por la escalera descendente se siente como fuego y los perros se acercan al ritmo de sus llantos ásperos. El niño tiene miedo, piensa en rendirse y esperar el gran final, dejar de estar solo en un mundo rodeado por quemaduras y edificios rotos. En un segundo la imaginación se pone al servicio de la derrota, los perros se acercan. La canción se hace más fuerte, en su desesperación él la había olvidado. Una melodía tiene que ser señal de algo bueno, de una oportunidad. Uno de los perros está a punto de alcanzar una pierna, se observa una hueco con luz, otro túnel pero sin tantos escombros. Puede sentir los pelos del animal rozando su piel, entonces decide tirarse al hueco, se raspa las rodillas y los brazos, se arrastra con mucha dificultad y la luz le ciega los ojos, los perros no pueden entrar en el túnel. El niño tiene gusto a tierra y sangre en la boca. Los ladridos quedan atrás y este cae sobre una superficie plana, el dolor se hace más fuerte y no se da cuenta dónde está. Es una habitación cubierta de papel aluminio, hay cajas de cartón tiradas por todo el piso, contienen tarjetas con imágenes de un hombre disfrazado de banana y una serie de listas en papeles mojados. En una pared hay un cartel enorme con la frase “museo de ar” y fotografías deterioradas de personas levantando banderas o armando una ronda. En una esquina donde hay varios cables que emiten chispas azules y naranjas se encuentra la fuente de sonido que guió al niño. Es una pirámide dorada con un diminuto agujero en el medio, el niño ya no puede caminar, de rodillas se acerca al artefacto y escucha: Mi primer melodía-no esperes melancolía- la rima no será cosa mía- Es mi nombre Lino Divas disfrutando las manías – sonido sincero, alegría- mi nombre es li- rima no será melancolía- aunque dinero no poseo- divas disfrutando las. La voz que emite el extraño sonido cambia, se multiplica en otras. El niño siente una molestia en el estómago, como si picara. Quiere tocar la pirámide pero no se anima, tiene que cuidar de no dejarse morder por el cable, las manos tiemblan mientras se aprieta las manos y observa a través del agujero una cosa que nunca había visto. Es el holograma de un hombre muy pequeño con una gorra y una campera negra bailando, no se puede distinguir su cara, el estómago del niño parece que está apunto de reventar. El hombre repite el mismo movimiento de brazos, el ardor llega hasta la garganta. Mi nombre es lino divas- disfrutando las. Es imposible detener el fuego dentro del niño, aunque dinero no poseo, es mi nombre li- melancolía. El niño estalla en carcajadas mientras se detiene el mundo. Llora de felicidad y todo su rostro negro se llena de lágrimas tibias, se olvida del hambre, de las heridas y los perros. No entiende qué es esta misteriosa habitación, los sonidos, la ridícula danza del hombre o lo que dice la pirámide. Surgen muchas preguntas en su cabeza pero no puede parar de reír, es una sensación nueva. El niño agotado se acuesta en el piso y se duerme sonriendo por primera vez.]
Nota al pie:
https://www.youtube.com/watch?v=vpQ4f3ZNO-o