Aún los fracasos constelan memoria
Por Pepo Scioli
Los fracasos, aún en su fracaso constelan memoria. El pasado 5 septiembre, oh casualidad a días de las elecciones PASO, la muestra Randa testigo curada por Alejandra Mizrahi exhibida en el Museo Nacional de la Independencia – Casa Histórica de Tucumán fue censurada. Esta muestra que gira en torno al textil “randa” estaba dividida en tres partes: por un lado en el patrimonio de las randas históricas pertenecientes al museo, en segundo lugar las piezas que muestran el trabajo del colectivo de las maestras Randeras de El Cercado y en tercer lugar la obra Revés del Trama de la artista y docente Carlota Beltrame. Esta última obra fue la que ocasionó el escándalo mediático que movilizó fake news y amenazas desde los sectores más conservadores encomendados por el ex senador Ricardo Bussi, hacia las artistas involucradas y acabó con el cierre de la muestra antes de tiempo.
¿Qué es la randa? La randa es un textil, un tipo de encaje que identifica a Tucumán y trae consigo un recorrido geográfico por demás interesante. Originada en los Países Bajos en el siglo XV, cuando esos territorios estaban dominados por España, es una práctica que los españoles llevan al feudo. Posteriormente en el período barroco, los colonizadores la traen al Virreinato de la Plata. Con los años la randa desaparece en España por las derivas de su cultura y en nuestro país por las derivas propias se conserva. Pero no se conserva en cualquier lugar; se conserva en la provincia de Tucumán y más específicamente en Cercado, un pequeño pobladío de Montero. Es una técnica que la practican muy pocas personas (está en manos de 50 randeras) y que caracteriza a Tucumán desde siempre, a tal punto que es considerada Patrimonio Inmaterial de la provincia.
El gesto realizado por Carlota Beltrame en Randa Testigo tiene su correlato con la obra Utopía, ganadora en el Salón Nacional de Artes Visuales del 2018. Ésta es un conjunto de randas pequeñas enmarcadas en marcos de plata en donde se traducen momentos políticos emblemáticos de nuestro país. Así la artista construyó un dispositivo simple desde donde poder hablar de la violencia inherente a la política y al aparato represivo del Estado a partir de una técnica en apariencia inocente como la que se usa para hacer vestidos de novias, manteles y hasta los trajes de curas. Cuando se decidió itinerar la muestra, que originalmente había sucedido en el Museo Nacional del Traje en Buenos Aires, al Museo Nacional de la Independencia, se le encomendó a la artista realizar una obra utilizando el mismo método. Así sucede Revés de la Trama, la obra que, con una clara voluntad a dialogar con el espacio físico que habita, traduce una de las pintadas que realizaron en el salón de la jura, cuatro montoneros veinteañeros cuando tomaron la casa histórica en 1971.
Uno pensaría que el acto de estos jóvenes fue un delirio y que nadie podría olvidarlo. Pero, está historia es un relato casi secreto. Se la mantuvo oculta, las fotos fueron conservadas en el archivo de un diario en silencio. En este gesto la artista trae a la memoria una escena oculta pero que todavía resuena en las paredes de esa casa. La obra mide aproximadamente un metro ochenta por dos metros y veinte. Las paredes de la habitación donde se expuso son blancas, la randa también. Una característica de la randa es que por la falta de nitidez y contraste, uno debe hacer un esfuerzo para ver lo que la randa trae consigo. Es por esto que en la decisión de montaje las artistas decidieron poner la pieza a unos metros de la pared, para que se proyecte su sombra. Que sea la sutileza de la luz que atraviesa la pieza la que enuncie la historia.
Lo que ocasionó el cierre antes de tiempo fueron los fuertes ataques y amenazas ocurridos a través de la red. La razón fue una “fakenews” donde se afirmaba que en la mencionada muestra se conmemoraba a Montoneros dentro de la Casa Histórica. Este dato vertido con tramposa astucia alimentó con leña el fuego de las más conservadoras alas de la sociedad tucumana. Las damnificadas fueron Alejandra Mizrahi curadora de la muestra, Carlota Beltrame la autora y Cecilia Guerra, directora de la institución a quien amenazaron con especial zaña. Pero también un importante número de artistas que contaba con el pago que el museo iba a concretar a partir de la realización de talleres y actividades para la comunidad.
El hecho nos ratifica que no se puede hablar de todo y mucho menos discutir ciertas aristas de la historia. Pareciera que en el contexto en el cuál vivimos repensar la historia utilizando material de archivo, es leído como tomar partido por una posición. Entrar en un terreno incierto para cuestionarnos y cuestionar los relatos históricos, no parece ser posible. Cada vez que esto se realiza, cada vez que se cuestionan las afirmaciones que hacen al relato nacional aparece la violencia, violencia en este caso perpetrada por una fracción de la población tucumana. Es la comunidad que se censura a sí misma. La historia lejos de ser lineal y simple nos pide que le pasemos el cepillo a contrapelo. En un momento como el actual donde la libertad de expresión se vive y pregona como mandato, vale preguntarse: ¿Qué reveses estamos dispuestos a ver?