Arte como si arte también
por Pablo Rosales
Como recibí una buena repercusión de mi disquisición seudoteórica anterior sobre Lo interesante Lo divertido y Lo aburrido, me envalentoné y subí la vara de mi charlatanería (o discusión). Aun a riesgo de ser poco gracioso, me propongo denunciar aquí la simulación en el arte. O mejor dicho, la imposible distinción entre simulación y veracidad en el arte actual.
Frank Stella dijo: What you see is what you get; Charly García lo tradujo a nuestro contexto: Lo que ves es lo que hay. Yo digo, a mi vez: El arte es lo que parece.
Mi teoría es que, en arte, la esencia y la apariencia son similares, pero en vez de intentar distinguirlas, propongo aceptar que ser y parecer son lo mismo. Y, por lógica, alguien que simula ser artista, lo está siendo.
Cuando tenía 20 años (hace otros 20), y no pensaba en estas cosas, hice un collage con los titulares de dos folletos de muestras que transcurrían en aquel tiempo; una se llamaba simplemente “Picasso”, muestra realizada en la ciudad de La Plata que —con el suceso de ese nombre— pretendía (y lograba) movilizar al público de CABA y PBA. La otra muestra, localizada en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, se llamaba inolvidablemente Ser y Parecer: Identidad y Representación en el Mundo Colonial. En mi collage, se leía la gran firma de Picasso, y abajo, Ser y Parecer…. A un costado, un pequeño cartelito rezaba 0-800-PICASSO. Aquel número —pienso—se habría instituido para responder consultas sobre la muestra (y, probablemente, solicitar visitas guiadas para grupos escolares). Nunca llamé. Imaginaba detrás de ese poderoso nombre una voz que me diera las instrucciones para ser un buen artista (¿y mala persona?).
Yo no busco, encuentro, dijo Picasso para derrumbar el discurso sistematizador de la “búsqueda artística”. L`objet trouvé de Duchamp, ese otro (mismo) encuentro, es el verbo que argumenta; más discurso. Por eso (tristemente) no importa si R. Mutt no es Duchamp, porque la apropiación máxima del arte es la de la palabra sobre la imagen (y recordemos que la imagen “que vale más” es también metáfora: o sea más palabra). Duchamp fue quien argumentó la artisticidad del mingitorio, por eso fue considerado como su autor. Este hecho es notable aunque el artista pueda ser desautorizado por un revisionismo posterior.
Cuando se habla (y se habla mucho) de creación, se olvida el carácter epidérmico, especular, del arte que se construye en sociedad, entre los otros. Mariana Cerviño dice: el arte es cuestión de fe, de una creencia en común. Yo digo, el arte es un simulacro, una forma tal de creencia en la que la verosimilitud es más importante que la veracidad (como se ha estudiado respecto al cine de género).
En las clínicas de análisis de obra (especie de psicoterapia de grupo artístico), aparecen unos elementos clave, llamados referentes; es decir, aquellas obras a las que Tu Obra (o proto-obra) en cuestión se parece. La idea es enfrentar el fantasma del parecido de una nueva obra con otras obras preexistentes internacionalmente reconocidas (o aquellas realizadas por un compañero de banco), en función de una posible distinción crítica futura.
En arte, aura aparte, se valora la originalidad; no se admite copiar (bueno, el gesto inteligente es, como se ha dicho tanto, no copiar a un solo artista, sino a varios…). Sin embargo, en la cultura humana, todo saber hacer se aprende imitando. Luego, hay que emprender el propio camino, la ruptura con la tradición, pero allí tampoco el artista está solo. Más de una vez, esa imitación inicial aceptada muta y perdura hasta el final de los días.
En una negociación permanente entre diferenciación y pertenencia, el parecido de una obra con otras (del propio autor o de colegas) sigue jugando un rol importantísimo: como sabemos, solo se re-conoce lo que se conoce, entonces, Vanguardia, Bohemia, Underground, Socialites, son formas que se asumen con un cierto grado de conciencia y simulación. Por eso, se hace tanto hincapié en las imágenes de los artistas en sus talleres (rodeados de telas a medio pintar, y otras, al fondo, en franco stock; paletas de pintura y vasos desbordantes de pinceles en primer plano). No alcanza con Ser sino que es fundamental Parecer artista, también. De ahí que sea tan importante (y sincero) el esnobismo, pues es necesario fingir un gusto, inicialmente inexistente, para adquirirlo posteriormente.
Parecer artista es como serlo, porque el arte no tiene esencia: el arte es un asunto de apariencias. La popularización del arte, vía acceso a las nuevas tecnologías, ha convertido al ser artista en un estilo de vida más a imitar.